Vaya por delante que no es esta una pregunta retórica en absoluto.

También aclararé que no se me hubiera ocurrido titular un post de esta guisa –ni mucho menos escribirlo- si no hubiera sido por un correo recibido de un lector (JL) en el que, a bocajarro, me espeta la pregunta susodicha.

No es porque ese señor quiera escudriñar en mi intimidad sino porque le asombra que yo deje traslucir en mis textos que lo soy de alguna manera a veces determinada y la mayoría sin determinar.  Me indica también que, si la respuesta es “sí”, le explique si tengo algún truco, fórmula o procedimiento para conseguirlo. Algo así como lo que cuentan las modelos de cómo consiguen seguir pesando cincuenta kilos después de haber tenido dos hijos y doce novios.

Me tomo el tema en serio porque se merece toda la formalidad del mundo (el tema y el lector que lo ha sugerido con su interés), así que entro a por uvas y que sea lo que dios quiera…

Siempre he sido una mujer feliz en el mismo sentido que se tiene buena salud; con altibajos, pero aprobando la asignatura en todos los cursos (hasta ahora). No voy a entrar a definir qué es para mí el concepto de la felicidad porque nos eternizaríamos, ya que creo que hay una “receta” por persona, algo así como para la tortilla de patatas y cada quien defenderá que “como la suya ninguna” (o como mínimo la de la amatxo).

En realidad yo creo que da igual cuáles sean los ingredientes de esa “tortilla” con tal de que se coma con gusto y no sea indigesta…

También da igual que yo cuente aquí qué es lo que me hace feliz o qué mecanismos activo en mi mente, qué tuercas ajusto en mi alma o cuáles son las músicas que hacen vibrar mi corazón; lo importante, lo único importante es poder SENTIR en mi interior que soy moderadamente feliz. (Soy prudente con las exageraciones y los abusos… por lo menos a partir de los cincuenta).

¿Existe una fórmula para conseguir la felicidad en esta vida? Pues yo diría que deben existir muchísimas a tenor de los miles de gurús que la proclaman y los libros de autoayuda que venden para alcanzarla…

Y si no la pillas en esta vida pues en la siguiente reencarnación o en la vida eterna o en el paraíso de las huríes…

Digamos que yo soy feliz porque estoy convencida de que he venido a este mundo a serlo; nada de valle de lágrimas ni cruz a cuestas. Digamos que es una opción personal el hecho de tener una actitud positiva hacia las cosas –y no siempre-; digamos que me ayuda ser una persona de carácter alegre y lo suficientemente inteligente como para “no amargarme la vida a mi misma”.

Quizás ahí pueda estar el quid de la cuestión. ¿No estaríamos de acuerdo casi todos en aseverar que la mayoría de la gente infeliz lo es por elección propia?

No se trata de buscarle tres pies al gato poniendo ejemplos terribles o trágicos; sin salir de nuestro propio tiesto, creo honestamente que en esta sociedad occidental en la que vivimos tenemos a nuestro alcance las herramientas necesarias como para vivir la vida con el disfrute que le acompaña.

El paro, la crisis, las circunstancias negativas, la mala suerte y los nubarrones emocionales pueden ser barreras infranqueables o estímulos para despabilar esa pequeña parte de cerebro que nos es dado utilizar. Si a ello le añadimos el gozo de los valores humanos, los buenos sentimientos y una pizca de locura…¿por qué no ser felices por el mismo precio?

En realidad, me ha bastado con buscar en mi interior mi propia esencia y vivir acorde con ella…y no “preocuparme” por las cosas venideras sino “ocuparme” de las presentes.

En fin.

LaAlquimista

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  Fotos: Cortesía de Nigel Barnett