Nos acercamos a fin de mes, al final de la temporada veraniega y a la agonía inexcusable de las vacaciones. Ya a partir del próximo lunes, con el mismo mes de Septiembre de todos los años, comienza el nuevo curso en lo lectivo y en lo político. Pocas cosas cambiarán y muchas seguirán siendo lo mismo, pero hay que hacerse la ilusión de que se estrena algo; aunque sea una página en blanco en el calendario vital.

Esta mañana me he despertado –muy pronto, como siempre- con el trino de los pájaros junto a mi ventana. Los árboles del jardín se enseñorean de mis sueños y yo se lo permito porque bordan de tranquilidad el tejido estremecido de los temores que me (nos) circundan.

¿No se ha enterado el personal de que hay una (otra) guerra en ciernes? ¿Es acaso prioritario el regocijo por las gestas de un equipo de fútbol que la conciencia de los desastres de todo tipo en que estamos inmersos?

Como en las mejores –o peores- películas de serie B, los “malos” se libran porque se quemó la cajita donde estaban las pruebas de sus desmanes. Las “armas químicas” son algo también de película, lejana a ser posible, y los cientos de miles de inocentes sin hogar ni destino van pasando a la tercera o cuarta página de la actualidad.

Empieza el nuevo curso. Hay que comprar “equipo” nuevo. Es decir, a gastar para que no se diga. Vamos a las tiendas a por la “new collection” de lo que nos quieran vender. Los medios de comunicación también juegan a la contra poniéndonos en primera plana las vicisitudes de la modelo que tuvo un hijo con el hijito de la cantante.

En mi tierra siguen las fiestas. Las regatas y los festivales. Todo es gloria y jolgorio y me alegro de que la gente dé rienda suelta a su alegría, si es que ésta es sincera y no impuesta por el “Bando de la Alcaldía”.

Vivimos bien, más que bien, aunque haya agoreras voces que se empeñen en decir lo contrario. Se sigue publicando en portada los millones de euros de beneficio que obtienen “los unos”, mientras “los otros” pelean por el penúltimo recorte empresarial, sanitario, educacional o de cualquier institución que ha dejado libre de toda sospecha la partida presupuestaria para las fiestas y se ha cargado de un plumazo las ayudas primarias de primera necesidad.

No sé, estoy un poco rara esta mañana y creo que necesito un respiro para reubicar mis pensamientos.

Así que voy a dejar descansar el blog hasta el lunes –o así- y voy a hacer inventario. De los saldos que me quedan del verano y del “material” que tengo para hacer frente a los próximos meses.

No hablo de objetos sino de personas. No hablo de ideas sino de sentimientos. Ni tampoco me refiero a proyectos sino a emociones.

En realidad, soy la única responsable de gestionar mi vida, por mucho que se hayan empeñado otras personas en meter baza y pintar unas líneas blancas marcando un camino que, por qué será, me he empeñado en no seguir.

Septiembre es un poco como Enero, mes de ilusiones y proyectos. Se abre la inscripción en cursos que, en muchos casos no sirven para mucho más que para llenar espacios y huecos de la gente que se ha quedado aburrida en su proyecto de vida. También se llenarán los gimnasios, que los excesos cerveceros pasan factura y hay que volver a ponerse en forma. Los amores de verano también fenecerán, esos que venían ya con la obsolescencia programada.

La mañana está fresca y clara. Me voy con Elur hasta la playa para que huela el salitre de las algas que adornan la arena. No la pisaremos porque está prohibido y tendré que explicarle, una vez más, algo que no entenderá. Creo que le pasa como a mí…

En fin.

LaAlquimista

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