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Cecilia Casado

A partir de los 50

El porqué de tantas cosas

 

Fui de esas niñas que volvía locos a sus padres a fuerza de preguntar “por qué” unas veinte veces al día. Parecía que no me quedaba conforme con la marcha normal del Universo si no tenía claro en mi mente por qué los zapatos llevaban cordones y los abrigos botones y no al revés. No es que quisiera saberlo todo, pero sí aquellas cosas que me atañían directamente, lo que me vinculaba a la gente, al mundo, a mi pequeño mundo.

A fuerza de aburrir conseguí que se me asignara una respuesta muy de moda en la época a mis demandas interrogantes: “porque sí”. Que conste que podría haberme dado por satisfecha, o fingir que lo estaba, ante aquella exposición de fuerza parental rayana en lo absurdo y surrealista, pero ponía cara de pensar y luego decía: “¿y por qué porque sí?”.

El caso es que aprendí –a base de tiempo y decepciones- que no siempre las respuestas me iban a ser ofrecidas. Mayormente porque ni siquiera ellos, los que supuestamente tenían que darlas, las conocían. Entonces creí que vivía en un mundo con muchas preguntas y pocas respuestas; eso me duró hasta los veinticinco más o menos.

A partir de ahí empecé a hallar respuestas que no coincidían con las preguntas y llegó a mi vida un atisbo de caos. ¡Necesitaba que hubiera una relación lógica entre unas y otras! Pero también aprendí que una cosa es lo que uno desea y otra bien distinta la realidad a la que se tiene acceso…

Y pasé la prueba del “qué, por qué y para qué”, con aprobado más que raspado. Tampoco  era cuestión de pasar el tiempo rebuscando en mi interior las preguntas correctas para ponerlas en el puzzle de mi vida junto a las respuestas que ya se me habían ofrecido. Más que nada porque los porqués de mi existencia rara vez coincidían con los porqués que servían de motor a la existencia de los demás. O quizás fuera que se me mezclaban los porqués con los “para qué”, que no es lo mismo, pero muchas veces, es igual.

Se me pasó, pues, la vida a toda prisa corriendo de un lado para otro, en una cadena previsible cuyos eslabones entretejían un  modelo homologado. Formar mi propia familia, colaborar con la sociedad a través de mi trabajo, acceder a la mayor calidad de vida posible, compartir (un poquito) con los demás y, bueno, esa cosa que estaba tan de moda y que se dio en llamar “ser feliz” y que todos buscaban y muy pocos decían hallar.

No desperté de mi sueño falso de golpe y porrazo, como cuando cuentan que se ha producido una “iluminación” imprevista o una catarsis tremebunda como consecuencia de un suceso traumático. Yo fui despabilándome de a poquitos, muy lentamente, a lo largo de más de cincuenta años en los que, fiel a mí misma, seguía preguntándome el porqué de tantas cosas.

Y, como un guiso cocinado lentamente, vigilado con mimo con la cuchara de la paciencia y el tesón, creí llegar, al fin, a la puerta tras la cual se encontraban todas las respuestas.

La abrí y miré dentro.

LaAlquimista

*Me permito adjuntar el link al programa radiofónico de mi amiga argentina Patricia Furlong “La Fiaca” en EitB, Radio Vitoria. Estuvimos charlando acerca de “Las mujeres salvajes” … y ahí también aparecieron llenos de luz algunos de mis “porqués”.

http://www.ivoox.com/la-fiaca-29-09-con-bloqurea-cecilia-casados-audios-mp3_rf_2417538_1.html

 Serie “Fragile”. Amanda Arruti

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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