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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Carnet de Voyage” Mexico. Yucatán. Mérida (II)

Poco a poco le voy pillando el pulso a la ciudad. Por suerte uno de los buses que van al Centro Histórico para enfrente de la casa. No hay parada, pero la gente ya sabe que justo ahí, bajo el gran árbol, si le haces señas, el conductor se detendrá. Por seis pesos (0,40cts.de euro) te ahorras una caminata de cuarenta minutos que a mí no me arredra, pero que a pleno sol, es algo así como el suicidio de los imprudentes.

El bus tiene sus añitos; tantos que los asientos son metálicos. Los pasajeros quedan protegidos del sol tras los vidrios tintados en negro de las ventanas, a brochazos. Así que no puedes admirar el paisaje ni saber cuándo es tu parada, pero el conductor te avisará a voz en cuello: “¡Plaza Grande!!!” y todo el mundo sabrá que se dirige a las “gringas” que van agarradas las unas a las otras y colgadas de las perchas centrales del pasillo.

Esto de sentirme observada nunca se me ha dado muy bien, pero tengo que comprender que somos bichos raros, que seguramente se estarán preguntando cuán pobres somos que no nos podemos permitir agarrar un taxi -o tener coche propio, que lo tenemos- y vernos obligadas a subir al bus. Tres mujeres, dos jóvenes y una “adulta mayor” que es como se llama aquí a las personas que ya son algo más que adultas: es decir, yo.

Mérida fue fundada -dicen los que escribieron la Historia- por el español Francisco de Montejo “El Mozo”, allá por los albores del año 1542. En realidad, los mayas tenían una gran ciudad conocida como T’ho mucho antes de que los españoles llegaran a conquistarla y desmantelarla. Las piedras de las pirámides de T’ho se usaron para construir la Catedral de San Ildefonso (buen sistema de quítate tú para ponerme yo), la más antigua del Continente Americano. (1599).

Aquí los mayas son “utilizados” como reclamo turístico. Yucatán y sus pirámides son “la niña bonita” de la región, previo paso por el monstruo hotelero de Cancún y los desmanes urbanísticos de la llamada “Riviera Maya”.

Alrededor de Mérida se hallan pueblos, pirámides Mayas, haciendas y playas, por lo que el turista sube y baja de lujosos autocares con aire acondicionado dejando para el último día -o poco más- el descubrimiento de la ciudad. Una vueltecita en el bus turístico o en calesa y de vuelta a la rutina europea o norteamericana.

La Plaza Grande es el centro neurálgico de la ciudad, donde no se acercan para nada los habitantes de los barrios del Norte, esos llamados “Casta Divina” que manejan automóviles de lujo y viven en su propio “gueto” exclusivo de villas ajardinadas y grandes centros comerciales. (Hay un único ZARA y es considerada tienda exclusiva). Pero en la Plaza Grande y tsus aledaños es por donde discurre la savia y la vida de esta ciudad. Nada de buscar una terracita de hotel para “gallegos o gringos” donde tomar una cerveza o una copa de vino; mucho mejor comprar un agua de chaya o una horchata de arroz y sentarse donde ellos, en las bancas del parque y pegar la hebra y dejar que te pregunten como gente curiosa e interesada.

Quieren saber por qué España está en quiebra, cómo es posible que la nación “madre” de medio mundo haya podido quedarse en la ruina o poco menos. Saben del País Vasco, aquí hay apellidos curiosos como Mayagoitia.

Entramos a visitar el Ayuntamiento y en el Palacio de Gobierno a disfrutar de sus inmensos murales. Nos dejan circular libremente, sacar fotos, hacer preguntas. El Museo Macay (de Arte contemporáneo) es bonito y gratuito, con obras curiosas y vanguardistas de artistas únicamente de latinoamérica. En el Centro Cultural Olimpo podemos visitar gratuitamente una exposición de grabados de Rembrandt traída expresamente desde Milán. ¡Qué regalo! Sobre todo porque no había NADIE circulando por sus heladoras salas…

Un descanso con botana (aperitivo) nos viene bien, a mí me atraen los puestecillos de comida en la calle, pero ya sé que no puedo. El agua del grifo no es potable y la venden purificada -que no mineral-, es decir tal y como sale del grifo en España- en bombonas de plástico como las de butano. Ni modo de comer algo que no esté pasado por cloro y sus derivados, somos tan frágiles los domesticados y comodones europeos que seguro que se tienen que reir de nosotros y nuestra fragilidad intestinal.

Pero nos perdemos entre olores a fritanga y calles abarrotadas; miramos en las tiendecitas y metemos la nariz donde no se ve ni un sólo turista. Mi hija vive aquí, digamos que somos “residentes invitados”, ¿para qué ir a los hoteles a tomar alcohol cuando es en la calle donde está la vida?.

Hemos comprado ganchos para el pelo y una túnica para estar cómoda a la fresca de la noche. Los mosquitos pueden transmitir el dengue y hay que exponer la menor cantidad posible de piel a sus voraces -aunque minúsculas- trompetillas. Las zarigüeyas esperan a que abandonemos el patiosjardín y apaguemos las luces. Es entonces cuando vienen a dar un paseo bajo los limoneros. Los loros también duermen enfrente de las tórtolas. Todo queda pues en suspenso hasta el día siguiente. Huele bien.

LaAlquimista

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Fotos: Cecilia Casado

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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