Crecimiento personal. "¿Qué hacemos con los apegos afectivos?" | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Crecimiento personal. “¿Qué hacemos con los apegos afectivos?”

 

 

Ya desde niños nos enseñaron a depender afectivamente de los demás, no solamente a necesitar comida, calor, cobijo, atención sino a incorporar al plano amoroso/afectivo una canción de cuna susurrada, palabras hermosas a media luz, el roce liviano sobre la piel, el embeleso de unos ojos que nos cuentan amor… ¡Qué no hará una criatura por la caricia de una madre, por la palabra amable de un padre!

Cuando ese amor primigenio se entrega como un regalo natural, sin exigir ganárselo –como si para que un niño sea amado tenga que “portarse bien” o “ser bueno”- podemos llegar a crecer sintiendo que el amor y el cariño forma parte de las leyes naturales de la vida, que viene con el aire para respirar, con la luz del día para descubrir el mundo, que no se apaga en la noche cuando el Universo se retira a descansar.

Pero ¿qué ocurre cuando se hace sentir al cachorro humano que ese amor, ese cariño, hay que merecerlo? En la mayoría de los casos ese niño crecerá “apegado afectivamente” a quien, con cuenta-gotas o con malsana inconsciencia, le da o le quita el afecto que necesita para su feliz desarrollo emocional.

Crecerá entonces esa persona humana convencida de que, para que la quieran, tiene que dar algo a cambio. Y cuando lo dé, siguiendo la misma pauta aprendida, también se creerá en el derecho de exigir… creando un círculo vicioso que, si no pasa del plano individual, le amargará la existencia, pero que si se extiende, se la amargará a todo aquel que caiga en su órbita emocional.

Son lazos tejidos con hilos invisibles. Una urdimbre de la que forma parte lo mejor y lo peor de la condición humana: el miedo y el deseo, el afán de posesión y la necesidad de libertad. Un te quiero para mí frente a un déjame vivir en libertad. Contradicciones casi siempre que fermentan en el alma humana desde la infancia, allá donde se gesta el origen de lo que somos ahora, de lo que han hecho que seamos o de lo que hemos aceptado que nos dejaran ser…

Las aves empujan a los polluelos fuera del nido cuando ya saben que pueden volar; hasta entonces les han dado la comida a la boca y proporcionado calor y cobijo. Luego, un empujoncito y se acabó lo que se daba. Lo hemos visto mil veces en los documentales de la 2.

Pero no hace falta tener hijos para caer en las redes de los apegos afectivos. Basta con sentir -¿y de dónde saldrá ese sentimiento?- que NECESITAMOS del cariño o el amor ajeno para sentirnos a gusto con uno mismo. ¡Cosa más normal donde las haya!

Sin embargo, no es tan fácil encontrar el equilibrio que nos haga sentir bien sin ATAR al otro, dando y recibiendo el amor en un flujo libre y natural, sin querer aprehenderlo ni ponerle cadenas o nombre y apellidos. Amar sin libertad, amar con ataduras, amar como necesidad, es quedarse a mitad de camino de lo que significa realmente DAR, que es un concepto opuesto al de RECIBIR y ahí es donde hay un lío enorme que confunde a bienintencionados amantes y a ladinos que saben más que nosotros en estas lides amorosas.

Si te amo te dejaré marchar porque tu libertad tiene que ser mi alegría y mi consuelo. Si te amo de verdad aceptaré tus decisiones aunque llenen de lágrimas mi almohada. Si quiero aprender a amar debo primero romper ese apego que me engaña y me dice que “sin ti no soy nada”.

No es por ti, es por mí también que dejo que tu amor vuele con sus propias alas, para sentirme querida y sentir que te amo en la lejanía del mapa y que cada noche tus brazos mezan mi cuerpo en un susurro de palabras cariñosas.

No es por ser más feliz sino para sufrir menos que desligo de mi corazón y de mi mente la IDEA que viene del PENSAMIENTO de que sólo me siento querida si me lo “demuestran” como yo quiero. Dejo que sea la libertad con sus alas desplegadas la que borre todos los límites, las fronteras del amor y me acoja en ese espacio infinito donde no existe el apego emocional de querer que seas “mío” ni me sugiera que yo soy “tuya”.

Porque todo el amor que necesito para vivir ya está dentro de mí y abro las compuertas, dejo que se desborde, que fluya y que siga el curso natural…hacia seres que sientan el amor de igual manera.

El resto, todos los “te necesito” y “me necesitas” no son más que púas del alambre que cerca un corazón al que no le enseñaron a amar en libertad.

Abrí las compuertas y volaron los apegos afectivos…después de haber sufrido durante casi toda mi vida creyendo que el amor me lo tenía que ganar, como pagando por él; así me lo enseñaron quienes querían poner precio al suyo…y venderlo.

En fin.

LaAlquimista

Enlace al programa de EiTB “La Fiaca” de Patricia Furlong.

Una entrevista sobre los “apegos afectivos”, una charla distendida entre el minuto 01.00h y 01h.20’

http://www.eitb.com/es/audios/detalle/1747596/musica-poesia-entrevistas-voz-patricia-furlong/

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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