Cómo ejercitar la santa paciencia. I.T.V. en huelga y demás despropósitos. | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cómo ejercitar la santa paciencia. I.T.V. en huelga y demás despropósitos.


¿Quién fue aquel que dijo que mi libertad termina donde empieza la del vecino? Porque yo esta frase la tomé como dogma y faro de mis días entendiendo tácitamente que era un dogma “modelo boomerang”; es decir, que la libertad del vecino termina donde empieza la mía. Pero no, algo no funciona bien en el mecanismo que sustenta las libertades en general cuando la mía en particular sufre tantos quiebros y sobresaltos.

Como vivo en comunidad, siempre he tenido muy presente que mis saltos repercuten en el techo de quien vive abajo y los decibelios de mi música en el que vive al lado así que soy todo lo comedida que puedo a favor de la buena convivencia. Sin embargo, mis días de descanso prejubilatorio se terminaron cuando los nuevos vecinos de la derecha aportaron un equipo para ver cine de esos que te meten el “3D” por los tabiques o cuando el niño de los vecinos de la izquierda pasó de ser bebé que llora a todas horas (totalmente disculpable) a ser niño que corretea por los pasillos a lomos de una moto de plástico dando golpes contra paredes y todo lo que encuentra en su camino desde el punto mismo de la mañana, incluidos sábados, domingos y fiestas de guardar, hecho que suscita el despertar de mi santa paciencia puesto que los padres “no pueden hacer nada” –según ellos- para evitar el exceso de energía de su vástago aunque éste sea un serio disturbio para el descanso de los demás.

Como convivo en un barrio donde todos arrimamos el hombro para que no se convierta en un muladar, saco mis basuras a sus horas, respeto parques y jardines y aparco mi coche donde no moleste a nadie. Por eso me asombra que –ayer mismo- una manifestación autorizada de los trabajadores de una empresa que fabrica sobres se dedicara desde las once de la mañana hasta las dos y media de la tarde a aporrear bajo las ventanas de todo el vecindario bombos y bocinas de aire para protestar y llamar la atención sobre el quebranto que supone para los trabajadores (honestos aunque muy ruidosos) que les cierren la empresa. El estruendo infernal me pilló desprevenida, pero teniendo en cuenta que no soy anciana, ni estoy enferma, ni de los nervios, ni trabajo en el turno de noche y tengo que dormir durante el día, aguanté con santa paciencia los autorizados desmanes de unas personas que, mientras hacían sonar las bocinas y le daban al bombo, ellos mismos, para no volverse locos, ¡llevaban tapones en los oídos!. También “alfombraron” las calles aledañas a la protesta de sobres blancos, a modelo de octavillas, en cantidad de MILES, dejándolos todos en su sitio –aceras, calzadas, plazas y soportales- una vez que concluyó el tiempo límite de la “manifestación autorizada”.

Y de la misma manera que las anteriores, mi paciencia acepta resignada las libertades de los demás en lo tocante a lo que ocurre en mi ciudad, en mi provincia, allí donde desde hace una cantidad desmesurada de meses, las estaciones para pasar la I.T.V. a los vehículos están en huelga indefinida, luchando por sus derechos (quiero suponer) y obligando a todos los ciudadanos motorizados a desplazarse a otras provincias para tener en regla sus vehículos mientras que ciertas dotaciones de la Policía se apostan en los límites comarcales para ir desgranando multas sustanciosas sobre los conductores a los que no les ha sido posible pasar la I.T.V. en su momento y de esa forma colmar la paciencia de unos y las arcas recaudatorias de los otros.

Mi paciencia se ejercita con estos pequeños “inconvenientes” de la vida en comunidad y otros muchos más en cantidad suficiente como para optar a una escarapela o, por lo menos, para inducirme a la reflexión de que, efectivamente, “mi libertad termina donde empiezan los abusos de mi vecino”.

Como siempre ha ocurrido.

En fin.

LaAlquimista

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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