Hay días que amanecen prendidos de un hilo muy fino. El mundo se ha levantado a su hora y todo parece seguir el guión previsto desde hace mucho tiempo, inmutable. La luz del amanecer se perfila insinuante entre los árboles del paisaje, mi luz es tenue también, como si temiera desgastarse.

Es el momento de conectarme con el mundo y abrir esta página del día de hoy, lunes. Mis dedos están renuentes a expresar con palabras el hormigueo que les da la vida; perezosos, esperan una orden para ponerse a teclear, hoy no tienen vida propia.

No sé de qué escribir. No se me ocurre ningún tema “interesante”, ha sido un fin de semana muy intenso en lo profundo, he estado “haciendo los deberes” por voluntad propia y cuidando en amoroso silencio a mi hija enferma.

Es en situaciones como esta, morosas, tranquilas, fuera del tiempo, en las que habla mi “yo”, esa voz interior que a veces calla a destiempo y otras interrumpe mi tarea vital con certeros avisos indiscretos. Y yo la escucho, no me permito

 acallarla, me habla de cómo reconducir esa situación anómala que me incomoda, me “chiva” el truco para no autocompadecerme ni un minuto más, esa voz que habla a Cecilia de lo que Cecilia es y no de lo que Cecilia creía que era porque se lo habían dicho los demás.

Hoy no tengo otra obligación que vivir. Mi agenda está vacía de compromisos, no hay excusa ninguna para atarearse en nada que no sea absolutamente imprescindible. Sin embargo, presiento que no va a ser un día de holganza o desperdicio. Me voy conociendo ya de refilón y sé que la aparente desidia me dura el tiempo justo; me calentaré el cuerpo con un té energético, lavaré todo lo que pueda con una buena ducha y saldré a la calle sin más intención que darle a mi perro Elur lo que necesita: un pequeño paseo que me ayudará a conectar con ese interior mío que hoy parece que está demasiado tranquilo.

 Además llueve, y agradezco que sea el decorado adecuado para mi estado de ánimo, que es exactamente el que necesito hoy para aceptarme como soy y no intentar componer un gesto diferente que el que me brota del alma.

Es lunes y acaba de ponerse el reloj del mundo en marcha.

Esta noche no ha explotado ninguna bomba cerca de mi casa. Los horrores humanos me llegarán a través de la pantalla del ordenador porque mi vida está protegida y a salvo en estos momentos de cuanto dolor y miseria afecta a medio planeta.

¿Cómo puedo pues permitirme el lujo de creer que es este un lunes vulgar y corriente?

En fin.

LaAlquimista

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Foto: Alejandro Ashley