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Cecilia Casado

A partir de los 50

Paseos con mi perro. “El perro como herramienta de socialización”

 

Estoy asombrada y contenta. Cada vez que salgo a la calle a pasear a mi Elur –o él me lleva a pasear a mí que no lo tengo muy claro- y nos cruzamos con otro perro que lleva al final de la correa un ser humano, él, mi perrillo, hace parada y fonda para saludar al chucho y es en esos segundos claves cuando entre los dueños de los perros se establece una conexión amigable, una atracción como de imán que lleva al intercambio de sonrisas, frases amables e incluso una conversación en toda regla.

El tema de rigor son los perros y sus vicisitudes, claro está. Que si cuántos años tiene, que si qué carácter tiene, las circunstancias de su adopción y hasta la dieta que sigue suelen ser los temas recurrentes (y algo aburrido, las cosas como son). Pero me he dado cuenta de que ahí hay una mina escondida, que ese primer paso de acercamiento puede derivar –a poco que uno se esfuerce- en un intercambio amigable e incluso en una amistad incipiente. Y, por qué no, en un café o cervecita compartida.

Lo educado, cuando mi perro se cruza de cerca con otro, es saludarse. Ellos –los perros- lo hacen a su manera y nosotros –los humanos- también podemos hacerlo a la nuestra. Curiosamente suele ser el perro el que marca la pauta del acercamiento o no. Si el que viene de frente es un perro mucho más grande que él, Elur tira de la correa poniéndose detrás de mí, al socaire por si las dudas. Pero si el que se nos cruza es un perrillo de su envergadura, y sobre todo si es macho como él, se queda parado, esperando a que el otro se acerque, le mira, le huele en la distancia y cuando decide que “viene en son de paz”, comienza a menear el rabo y las tareas de aproximación.

Al principio me daba un poco de corte eso de pararme a pegar la hebra con desconocidos varias veces al día, pero ahora ya he organizado el asunto. Si es por la mañana a primera hora basta con un saludo rápido o una sonrisa es bozada. Si es al mediodía ya podemos pararnos unos minutitos a intercambiar información. Pero si es por la tarde/noche, en esos demorados paseos que se dan antes de la cena, perro en ristre, para despejar la cabeza de los ruidos de la jornada y relajar el ánimo antes de enfrentarse al asalto televisivo de rigor, a esa hora que me gusta tanto, el personal es mucho más proclive al relato de una pequeña parte de su biografía e incluso a la confidencia entre desconocidos tan sorprendentemente habitual.

Así he ido conociendo a muchos conciudadanos que, de otra manera, no habría tenido la oportunidad de conocer. Aprendo mucho sobre cultura canina y sobre comportamiento humano, todo hay que decirlo. Ya han caído un par de vinillos amigables con un par de mujeres muy simpáticas. Los hombres –casi todos con alianza- no proponen nada aunque se les vea –a algunos- las ganas; esto es un barrio y todo se comenta luego…

Lo que no dejo de pensar también es el porqué de esta socialización natural “por perro interpuesto” y no ocurre lo mismo, por ejemplo, cuando se cruzan en el parque dos personas empujando un cochecito de bebé o dos embarazadas o dos que llevan un libro en la mano o… Es decir: el perro es un “rompehielos” entre personas que están más que dispuestas a confraternizar pero que no se atreven a ello con naturalidad. Ocurre lo mismo en la barra de un bar: todo el mundo tomando café y revolviendo el azúcar mirando al infinito, sin mirarse ni charlar un ratito: pura incomunicación.

Luego nos quejamos de la soledad, pero creo que la culpa es nuestra por ser tan retraídos, por tener tanto miedo al rechazo si le dirigimos la palabra a alguien que no conocemos, como si el hecho de abrir la boca supusiera una agresión para con el otro. Nos vamos convirtiendo en misántropos incluso sin saber muy bien qué significa la palabreja porque a fuerza de no ejercitar el buen humor social éste se retrae y puede acabar incluso extinguiéndose. Una pena.

Constatado que el perro me va a servir de avanzadilla en mis más que habituales intentos de socialización, he decidido ampliar “nuestro territorio” e irnos a otros barrios a descubrir gente nueva y perros nuevos. Es que a mí me gusta mucho viajar…

En fin.

*Aprovecho para presentaros  “BOJ Asociación de Protección Animal”. Para todos aquellos que sentimos amor TAMBIÉN por los animales.

http://www.asociacionboj.es/

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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