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Cecilia Casado

A partir de los 50

El juego de la varita mágica

 

Vaya por delante que es este un juego únicamente para adultos que se tengan entre sí mucha confianza y mayor respeto porque si no se dan estas condiciones lo más probable es que salten chispas y una sobremesa confortable pueda convertirse en algo parecido a una pelea de monos.

Supongamos que existen las varitas mágicas y que todos los participantes tenemos una; supongamos que la energía que compartimos es genuinamente positiva y que cada uno, con su varita, puede transformar en pura luz algo que ve en los otros sumido en tinieblas. Es decir: con mi varita perpetraría la magia necesaria para hacer más feliz a la otra persona “de acuerdo a cómo yo la veo y cómo yo presiento que ella necesita algo”.

En realidad, es el juego de escuchar cómo nos ven los demás y cómo se perciben desde fuera las propias necesidades. Ni qué decir tiene que nos quedaremos boquiabiertos al comprobar hasta qué punto un amigo puede conocer nuestro interior más recóndito por mucho que nosotros nos empeñemos en disimularlo con la capa de “maquillaje social” pertinente.

También nos expondremos a que “nos metan el dedo en el ojo” haciéndonos ver que lo evidente es eso simplemente: evidente.

Ayer jugué a este juego con unas amigas con las que, desde el primer día de nuestra amistad, unos años atrás, se instaló entre nosotras la buenísima costumbre de hablar de todo aquello que nos laceraba por dentro para valorar la opinión amorosa dada por un observador generoso y entregado a la ayuda. Es decir, que no nos callamos nada y jamás, pero jamás de los jamases, ha habido entre nosotras ni el más mínimo roce o malestar por lanzarnos “a tumba abierta” al conocimiento de nosotras mismas…y de las otras.

No diré aquí lo que yo propuse hacer con mi varita mágica en la vida de cada una de ellas; tan sólo apuntar que a ambas deseé librarlas de algo que les atenazaba por dentro…en mi opinión.

Ellas, cuando utilizaron su varita dirigida a mi persona, realizaron un doble rizo en el aire –lo que en inglés se llama “looping the loop” y me situaron, primero con la boca abierta, y después con el corazón desbocado.

El primer deseo “no deseado” fue que “tenía que quererme más a mí misma” –lo que me dejó con el gintonic a medio camino de su destino. La segunda magia que me regalaban era para que “desarrollara más mi parte emocional”, deseo que me llevó ya directamente a buscar con premura los pañuelos de papel en mi bolso.

¡Cómo nos ven desde fuera quien bien nos quiere! ¡Qué hermosa “magia” desearían hacer mis amigas conmigo! ¡Qué regalo inesperado!

El juego me lo inventé yo, así que…no me queda más remedio que empezar a obrar “la magia” para poder seguir usando “nuestras varitas mágicas”.

En fin.

LaAlquimista

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* Para mis hadas particulares A. y N.

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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