Mira que me lo dijo cuando me empeñé en cortar la relación:
–“¡A ver quién te va a arreglar las cosas de la casa cuando yo no esté!” y yo, muy en mi rol de dignidad por encima de todo le contesté:
–“Lo que se arregla con dinero no es problema”. Y bien cierto que es, pero… ¿Cuál es el precio de la dignidad?
Esto viene a cuento de que el otro día la lavadora empezó a no querer desprenderse de los litros de agua que había utilizado para lavar la colada y del desaguisado que organicé vaciando el tambor a golpe de tazas y trapos. Me tumbé en el suelo de la cocina, desmonté el filtro –para lo que necesité unos alicates ya que estaba la rosca apretada con saña- y saqué los restos fosilizados de mil porquerías que se quedan en los bolsillos de la ropa cuando la echas a lavar. Luego, volví a darle al programa y…todo el agua se me derramó por el suelo ya que había desencajado el tubo del desagüe. Moví la lavadora y me di cuenta de que, una de dos: o me partía la espalda haciendo fuerza o terminaba de fastidiar el asunto irremediablemente.
Así que llamé a un técnico –que localicé por Internet- que vino
enseguida –lo que tardó en colgar el teléfono y llegar a mi casa- para que se deslomara él y me limpiara el tubo de desaguar y volviera a poner el aparato en marcha por la módica cantidad de 55€ (con I.V.A.) y veinte minutos de charleta distendida sobre lo divino y lo humano que también tienen las lavadoras.
Mucho me temo que sigue habiendo mujeres que, tras su separación, se quedan mirando a la luna de Valencia porque no saben cambiarle el aceite al coche, descongelar un frigorífico y volverlo a poner en marcha, desenroscar un casquillo roto y colocar en su lugar uno nuevo cuando la bombilla hace “plaf”, o si el aspirador deja de aspirar. Esas pequeñas “chapucillas caseras” de las que, casi siempre, se ocupa un miembro de la pareja mientras que el otro se dedica a decorar la mesa o a elegir el menú de la semana. Porque una casa tiene muchas fisuras y tantas posibilidades de fallar como cualquier relación y no hay quien sea capaz de tener soluciones para todo en todo momento, que hay que llamar al técnico de turno, gastarse unos dineros y, de esa manera, seguir siendo autosuficiente por cartera interpuesta y no por persona añadida.
¡Pues claro que me da rabia gastarme el dinerito de una buena cena en arreglar una tontería! Pero más rabia me daba cuando tenía a mi disposición a un “chico para todo” que, a cambio de sus servicios, me cobraba en energía vital los desarreglos emocionales que él mismo producía en mi vida.
Solemos tener tendencia a la simbiosis y al parasitismo, dos formas de vida en pareja que no se complementan la una con la otra sino que, desgraciadamente, va cada una por su lado arremetiendo contra todo lo que encuentran en su camino. Vivir a la sombra del otro, depender de otra persona, exigir lo que no hay derecho a exigir y, sobre todo, intentar que nuestros problemas los solucionen los demás…es algo que no debe hacerse cuando hay sentimientos de por medio. Mucho mejor pagar al técnico de la lavadora –que para eso está- y no hay que dormir con él.
Lo dicho: nunca hubo dinero mejor invertido que aquel que nos proporciona libertad porque “los problemas que se solucionan con dinero, no son problemas”.
En fin.
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com
http://www.eitb.com/es/audios/detalle/2025880/entrevista-cecilia-casado-la-fiaca/
Entrevista en EiTB -Radio Vitoria- en el programa “La Fiaca”. Tema: La Felicidad.