Pertenezco a una generación a la que no le enseñaron en el colegio más idioma que el francés. Era lo que se llevaba entonces, quizás porque tenía más glamour o porque hay que llevarse bien con los vecinos, el caso es que, quien más quien menos, chapurreó durante unos cuantos cursos la lengua de Molière (y de Alain Delon).
Luego entramos en Europa –por la puerta pequeña pero entramos- y los que mandaban en la cosa se dieron cuenta de que uno no podía ir a Estrasburgo o a Berlín hablando en francés, sino que la lengua británica por excelencia se había ya impuesto a nivel comercial, político e incluso diplomático. Y quitaron el francés como “idioma alternativo” y pusieron el inglés… dejándonos a toda una generación –o dos- compuestos y sin novia porque, a ver, para ir a Biarritz a ver pelis o a comprar al Carrefour estaba bien, pero poco más…
Entonces empezamos a guardar en nuestra mochila de aprendizajes, las famosas “asignaturas pendientes” vitales propias de toda una época: a saber, un poco de amor libre, fumar porros, viajar a Chaouen y hablar inglés. Pero lo que no puede ser no puede ser…y además es imposible.
Porque digo yo, y lo digo muy en serio, ¿por qué una persona de más de cincuenta años se plantea la “necesidad” de aprender otro idioma?
Ojo, que no digo yo que no se haga porque no quede otro remedio, no sé, si te echas un novio escocés, por ejemplo, hay que aprender porque el lenguaje gestual no dura siempre y más vale tener diccionario para expresar argumentos cuando haya que discutir de lo que sea. Pero…¿aparte de eso…para qué aprender inglés después de atravesado el ecuador de la vida?
Si luego resulta que las academias, cuando organizan el viaje fin de estudios a Londres, van todos juntos y siguen hablando en español. Si vas a Nueva York y todo pichichi habla nuestra lengua (a ver si no), si no hace falta para nada, vamos, ni siquiera para llegar a alcaldesa…
Hablo de los “adultos mayores”, por supuesto, nuestros hijos TODOS hablan inglés y si no, pues allá que lo tienen más bien tirando a mal porque para irse a trabajar a Japón o a Noruega sigue haciendo falta farfullar in English. Además, que es dificilísimo el aprendizaje a estas alturas de la película, se ha perdido “el oído” que se tiene en la juventud para la musicalidad de otros idiomas, lo digo con conocimiento de causa que los que sé los aprendí de bien jovencita y el que acometí ya de mayor (con 27 años, el alemán) no he conseguido jamás pasar del zwei beer, bitte de cuando me di una vuelta por la Selva Negra…
Lo he visto y lo sigo viendo a mi alrededor, personas adultas con muchísima fuerza de voluntad, yendo a clases dos veces por semana, haciendo deberes en casa –además de la jornada laboral y el gimnasio y la compra y todo lo demás-, dejándose los higadillos en los exámenes para…bueno, “pillar” un poco algunas frases y ya está.
¿Eso es una asignatura pendiente? Lo será socialmente, pero no me parece a mí que para el desarrollo y enriquecimiento de la persona sea absolutamente necesario hablar inglés o cualquier otra lengua extranjera.
Aunque también soy capaz de comprender ese afán, es como si nos hubieran privado de algo en nuestra juventud, y no te digo nada a quienes se nos impidió aprender la propia lengua de la tierra por prohibición dictatorial, supongo que puede ser algo que uno hace “para sí mismo” aunque no sirva para mucho ya que las películas vienen dobladas al español, los libros traducidos y las canciones las tarareamos igual aunque no sepamos lo que dicen…
Incluso entiendo la gran satisfacción personal de quien se matricula en cursos universitarios cuando ya tiene nietos, nunca es tarde para aprender, el saber no ocupa lugar, etc. y además se enriquece el acerbo cultural, se desarrolla el intelecto y la lucidez tarda más en desaparecer, pero ¡el inglés…! ¡Que aprendan ellos español…!
En fin.
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com