Paseos con mi perro. "Filosofía canina" | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Paseos con mi perro. “Filosofía canina”

 

Elur y yo nos entendemos sin palabras. Es esta una habilidad que no he conseguido desarrollar con ningún ser humano y que eleva a mi “chucho” a la categoría privilegiada de interlocutor válido. No sé qué opinará él del asunto, pero parece que está conforme con la comunicación visual/gestual que compartimos.

Yo le miro, él me mira; nos miramos. Y ya está todo dicho.

Además, sabe contar hasta tres, por ser este el número de salidas cotidianas de las que sabe que disfrutará y, si intento escatimarle una de ellas, no deja de recordármelo poniéndose a dos patas y arañando febrilmente mis piernas allá donde pille hasta que me doy por aludida y claudicante.

Como muchos machos siempre está disponible y dispuesto para conseguir “más” de lo que sea y si  se apercibe de que empiezo a abrir armarios y dejar ropa encima de la cama, sabe (supongo que sabe) que en mi ánimo está volver a salir a la calle, concepto excitante para él donde los haya. Sabe también que no por mucho seguirme con actitud mendicante por el pasillo y mirarme con ojos de cordero degollado conseguirá ver satisfecho su deseo. Así que, pacientemente, espera a que le ponga al corriente del plan del día y si será invitado a participar en él o no.

Mi perro Elur siempre se comporta como su naturaleza le sugiere; es decir, si le digo “NO” –y entiende perfectamente el concepto- hace como que la cosa no va con él e…insiste, quizás suponiendo (equivocadamente, como tantos otros machos) que un “no” quiere decir “quizás”.

Cuando voy a salir y no puedo llevarlo conmigo –son innumerables los lugares a los que no puede  acceder debido a su condición “animal”: supermercados, restaurantes, bibliotecas, cines (con lo que le gustan las películas), bares, teatros, museos… le miro con la impotencia puesta y él lo entiende perfectamente –otra cosa es que se quede conforme- y cuando conecto Radio3 en la cocina ya sabe que esa será la sintonía que acompañará su soledad. Me mira desde el recodo del pasillo como diciendo “no tardes demasiado” y no sé qué hace en mi ausencia pero desde luego no toca mis cosas ni husmea en mis cajones; supongo que dormita o medita sobre su condición de perro “abandonado”.

Cuando vuelvo me huele desde el séptimo y me recibe con el hocico lleno del agua que se ha bebido con prisas y ansia en el momento de mi regreso, haciendo molinetes con su hermosa y peluda cola blanca como un ventilador loco. Salta e incluso ladra de alegría al recuperarme: es un emocionante reencuentro que se repite diariamente y que me hace sentir querida, necesitada y hasta deseada, lo que dicho sea de paso, pocos machos de mi especie han conseguido provocar en mi persona en presentes o pretéritos tiempos.

Si me ve con un libro en las manos espera a que me acomode y se tumba a mis pies. Si conecto el ordenador se aovilla bajo las patas de la silla. Si me pongo a cocinar enreda y caracolea por si le cae algo. Cuando apago luces y músicas, se va a su sitio y duerme ocho horas de un tirón.

No hace reproches, ni monta broncas, ni suelta ironías… y siento que no es porque no pueda pensar con su cerebro como yo pienso con el mío sino porque ha encontrado la forma de amar y ser amado sin palabras. Ni falta que nos hace.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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