En su periplo traumático y revelador convivió con un grupo que tenía una manera muy peculiar de celebrar los cumpleaños. Cuando se acercaba el aniversario de alguno de ellos, unos días antes, meditaba profundamente haciendo un “resumen” de lo acaecido en el último año; con una severa autocrítica de su comportamiento, decidía si se “merecía” celebrar el cumpleaños con una fiesta alegre y compartida con sus congéneres del grupo. Repasaba las ocasiones en las que había tenido la oportunidad de evolucionar y si las había aprovechado o no. Recordaba los problemas a los que se había enfrentado en el año que se cerraría en próximas fechas y se “calificaba” a sí mismo con la mayor justicia y honradez que permite la “subjetividad”.