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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Qué hacer cuando ya no hay que trabajar?

Esta pregunta puede ser “la del millón” o convertirse en retórica según quién la plantee. La jubilación es ese “sueño dorado” que lanza destellos amables desde lejos y con el que más o menos sueña la humanidad trabajadora –y cotizadora. Pero conforme el calendario quema sus hojas y se acerca la fecha deseada algunos demonios no invitados al convite hacen su aparición por la puerta trasera de la mente. Es entonces el momento en el que conceptos globales como “júbilo”, “dolce far niente” o “disfrutar de la vida” reclaman una revisión de urgencia porque empiezan a perfilarse los verdaderos contornos de lo que hasta el momento no había sido más que una nube rosa y borrosa.

La jubilación no es como las lentejas que si quieres las dejas de lado y pides otro plato. La jubilación alcanza al que la espera y al que se va a desesperar con ella.

Todos conocemos a alguien que se ha pasado los últimos años laborales contando hasta a quien no quiere oir las mieles de las que va a disfrutar el día en que, por fin, pueda dejar de trabajar y dedicarse a lo que “de verdad” le gusta, siendo esto tan variopinto y poco definido como “irse al pueblo”, “viajar” o “disfrutar de la vida”.

Pero cuando llega la hora de la verdad hay que despertarse cada mañana y encarar la vida, afrontar el día de veinticuatro horas, estrujándose el magín en qué ocuparlas. Y ahí es donde demasiada gente “pincha” porque se encuentra con que… ¡no sabe qué hacer con tanto tiempo libre!

Las ciudades se llenan de paseantes ociosos o de caminantes presurosos, los bancos de los parques completan su aforo con grupitos charlatanes o lectores silenciosos. Las sesiones vespertinas del día del espectador llenan los cines de solitarios tranquilos y las terrazas de los bares y cafés acogen a quienes pueden dedicar parte de su presupuesto a convertirlo en humo propio o ajeno.

Llegar a la jubilación es uno de los hitos más importantes de la vida del ciudadano occidental y se le suele dar menor importancia de la que de verdad tiene, llegando a ella sin preparación o con la mente dispersa, creyendo que “sobre la marcha” irán surgiendo ideas, proyectos, situaciones todas ellas beneficiosas para la salud mental del “jubilado”.

Y no es así, doy fe de que no es así. Hay que prepararse concienzudamente para atravesar ese “ecuador” del que desconocemos totalmente qué hay al otro lado aparte de nuestros difuminados sueños e ilusiones. Porque encuentras a personas desorientadas que “no saben qué hacer con su tiempo” aparte de dejarlo correr en un día a día con no demasiado sentido ni siquiera para ellos mismos. O a quienes caen en depresión porque sienten que se han quedado vacíos y que su vida no tiene ya sentido, que nadie les necesita, que han perdido la sociabilidad, que no tienen con quién hablar…

 A la jubilación hay que llegar con “júbilo” para hacerle honor. Y con la mayor cantidad de salud posible –que ésa es otra. El dinero… pues ya sabemos que habrá menos, pero menores serán también los gastos a afrontar si uno sabe organizarse medianamente bien. A la jubilación hay que llegar por la puerta grande, con los brazos extendidos y las manos abiertas para recibir todos los dones que el Universo (y la vida) ponen a nuestra disposición.

La maravillosa oportunidad de ser un poco solidarios compartiendo con los demás ese tiempo que nos sobra. No se trata de llenar horas con actividades lúdico/culturales sino de llenar la vida con aquello que más satisfacción íntima nos produce y, seguramente, no sea esto algo social ni superficial.

Cuidar de uno mismo con mimo y esmero en lo espiritual, en lo intelectual, en lo mental y en lo físico… para compartirnos con los otros y conseguir una mejora colectiva. Proteger las amistades, propiciarlas, avivar la curiosidad, emocionarse con la Naturaleza, descubrir lo que nos ha sido ocultado, ahondar en uno mismo, mimar a quienes amamos…Y salir de la noria esclavizante a la que hemos estado uncidos durante toda la vida laboral pagada. También da mucha satisfacción el trabajo que se hace por amor al arte sin esperar un pago por ello…

En fin.

LaAlquimista

 Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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