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Cecilia Casado

A partir de los 50

Doctoranda “Cum laude” a los 77 años (o cómo realizar un sueño)

 

Me siento muy orgullosa cuando alguna mujer rompe los moldes que la sociedad le impone y consigue alcanzar un sueño que parecía imposible. Pero si esa mujer es además amiga mía, su sueño perseguido con tesón y tejido puntada a puntada durante cuatro largos años, se me presenta como un ejemplo paradigmático de la ausencia de límites y fronteras cuando la persona humana ofrece a la consideración del mundo lo mejor que hay en ella.

Mi amiga Carmen –y en su humildad no me deja poner su nombre completo y verdadero-, tuvo un sueño y decidió llevarlo a cabo. Su esposo, sus hijos y nietos no la miraron como si fuera un bicho raro porque es toda una vida de “rompe y rasga”, de pisar fuerte, de no arredrarse ante ninguna dificultad ni intelectual ni emocional y ya sabían que si ella se proponía algo, malo sería que no consiguiera llegar hasta el final, a pesar de tener más que cumplidos los setenta años. (Que se dice pronto).

Licenciada en Economía por una de las más importantes universidades de Chile, se vino hasta una esquinita del mapa europeo y recaló en San Sebastián con la idea de disfrutar de la vida jubilosa de una señora jubilada a la vez que llevaba a cabo el penúltimo de sus sueños: hacer el Doctorado en la Universidad de Deusto. Su tesis sobre La mujer emprendedora en Latinoamérica ha merecido por parte del tribunal la calificación de Sobresaliente Cum Laude.

¡Cuántas veces no habremos escuchado eso de que “nunca es tarde” para hacer tal o cual cosa! Y cuántas veces no habremos dejado que esa ilusión, ese anhelo se fuera secando como se secan todos los sueños que se desgajan del árbol de la vida y acaban tirados en la orilla de la comodidad, barridos por el viento que se lleva todo lo que podía haber sido y no fue.

Mi amiga Carmen podría ser el pequeño paradigma de cómo una persona puede alcanzar su sueño sumando sus afanes al trabajo cotidiano y convenciéndose de que no hay más freno que el que uno convierte en palo para trabar las ruedas del avance personal en esta vida. Quizás sea cuestión de autoestima y Carmen ha tenido siempre el ciego –o clarividente- convencimiento de sus posibilidades, diciéndose a sí misma: “yo puedo y como puedo lo conseguiré”.

En las largas conversaciones que he mantenido con ella le he escuchado sin interrumpirle apenas porque me interesaba captar su punto exacto de fortaleza, ver de dónde la sacaba, auparme sobre su sueño para justificar el mío, ese sueño que todavía no he llevado a cabo porque –estúpida de mí- me ha trabado la fuerza el miedo a fracasar de antemano, esa cobardía común y de tantos conocida de no querer arriesgarnos “demasiado” para que la caída –si la hay- no sea demasiado dura.

Carmen es de esas personas que nunca se va a arrepentir por no haber intentado lo que le dictaba su corazón y su mente por miedo al fracaso y eso es lo que se lleva por delante, la íntima satisfacción que seguramente le hace dormir como un bebé a su provecta edad.

¿Por qué maltratamos nuestros sueños que siempre los dejamos para más adelante, para el momento adecuado, para cuando estemos más serenos o confiados? ¿Pensamos sinceramente que tendremos tiempo, futuro, fuerza y ganas de hacer dentro de diez o veinte años lo que ahora tan sólo somos capaces de desear?

Con demasiada frecuencia me acuerdo de aquel amigo mío que tenía bien estructurado su futuro para cuando fuera “mayor” y se jubilara, y su discurso era como un anuncio de colores en el que todo era posible, la casita en el campo, los libros a la sombra, los paseos al atardecer y Bach después de cenar… mientras consumía su existencia en un trajín agotador de viajes y reuniones de trabajo buscando el medio de hacer ganar más dinero a la empresa que lo empleaba, hasta que pasó lo que tenía que pasar y sus arterias no aguantaron y se hizo mayor para siempre jamás y en su funeral su hijo lloraba mientras desgranaba entre lágrimas los sueños truncados de su padre apuntados en un papel…

Dentro de unos días mi amiga Carmen volverá a su lejano país y dejará aquí el ejemplo de su tesón, el cariño de su amistad y el recuerdo inolvidable de quienes hemos compartido con ella un tramo de la vida.

Y para no dejar de sorprendernos, justo en la penúltima reunión alrededor de una buena mesa y mejor sobremesa nos soltó a bocajarro:

– “¿Y por qué no se vienen, chicas, a Chile a visitarme?”

Ahí queda eso…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

spartirdeloscincuenta@gmail.com

*Mis contactos con Carmen. Mayo y Octubre 2012

https://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/2012/05/14/una-estudiante-de-setenta-y-cuatro-anos/

 https://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/2012/10/12/no-hay-palabras-de-consuelo/

 

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2014
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