El brutal atentado ocurrido ayer en Paris contra la sede de “Charlie Hebdo” con el triste balance por todos conocidos, desató paralelamente a toda una caterva de cientos de miles de sesudos iluminados que, en las redes sociales, empuñaban flamígeras espadas contra el Islam.
Esta actitud tan humanamente errónea de confundir la parte con el todo me da en la nariz que la detentan personas que, criticando un cierto tipo de fanatismo, ellas mismas se vuelven fanáticas también en lo suyo. (Como bien explica en su magnífico artículo en El Pais “Tolerancia contra fanatismo” Francesc de Carreras)
No me hace falta ser experta en nada para expresar con dos dedos de frente mi opinión sobre lo ocurrido ayer en París. Con estar un poco al tanto de lo que ocurre en el mundo –y un poco más al tanto de lo que ocurre en el corazón humano- hay datos suficientes para comprender el drama perpretrado por tres descerebrados que, en nombre de su propio dios clamaron venganza contra quien entendieron les había humillado.
Cuando ocurren sucesos traumáticos que ponen a prueba la paciencia, la tolerancia e incluso el amor de todos los seres humanos, aparecen adalides vengadores, voces únicas y sapientes que jalean al personal contra el entorno de los perpetradores de la desgracia. Ya lo vimos el 11-S en NY y el 11-M en Madrid. Ya se satanizó entonces a los musulmanes “en general” y ayer se volvió a cometer el mismo error.
¿Qué demonios tendrá que ver la política de acogida a inmigrantes, los subsidios y la RGI con unos asesinos descerebrados que los hay de todos los colores, nacionalidades, religiones y equipos de fútbol?
¿Quiénes somos nosotros para ponerle mala cara al magrebí que vive al lado, honradamente, y empezar a arremeter contra él y los de su mismo pensamiento? ¿Acaso ya no nos acordamos –acaso ya no os acordáis, vosotros, los que levantáis la mano y tiráis la piedra dialéctica contra el Islam indistintamente- de cuando “todos los vascos éramos tildados de terroristas únicamente por nuestra condición de vascos”?
Contra el fanatismo, tolerancia. Estoy de acuerdo, completamente de acuerdo. Pero contra la estupidez… ¿Qué remedio hay?
Me quedo reflexionando mientras envío una plegaria a mi manera para las víctimas inocentes de la masacre de ayer. Una mínima solidaridad en la distancia con el terrible dolor que están padeciendo familiares y allegados.
Aseguro que hoy no es el día más propicio para que venga nadie a tocarme las narices con discursos intolerantes. Lo tengo fácil, basta con un clic en el ordenador y se le calla la boca al bocazas sin corazón.
En fin.
LaAlquimista
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