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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cómo vivir sola sin sentirse sola

  

Uno de los grandes miedos del ser humano, incluso más grande que el que siente hacia la enfermedad y la muerte, es el que acecha detrás del concepto “soledad”. Parece ser que “quedarse solo” es tan temible como contraer una especie de peste social a la que tan sólo los supuestamente inconscientes se enfrentan sin importarles demasiado las consecuencias.

Por ese miedo a la soledad, miles de personas en esta pequeña ciudad serán capaces de aferrarse a cualquier compañía (por tóxica, aburrida o inadecuada que esta sea) con tal de no dejarse ver por ahí sin nadie al lado. No es este el mejor ambiente para los singles, esto no es Bilbao.

Por ese miedo a la soledad hay quien busca pareja desesperadamente o quien se aferra a la que tiene aun sabiendo que está perdiendo la vida por la poca o nula satisfacción que se comparten mutuamente. Porque, no nos engañemos, estar solo es como un estigma social que hace que la gente te mire y piense “uy, ésta, si está sin pareja por algo será”… y razón no les falta, por supuesto, “por algo es”, entre otras cosas porque también hay personas que gestionan su vida en no-dependencia ni apego afectivo.

¿Cómo se consigue estar solo y ser feliz? Tan difícil es de contestar esta pregunta como la de: ¿Cómo se consigue ser feliz en pareja? , así que me dejaré de marear la perdiz y paso a datos concretos. La receta es complicada, pero no imposible (en el primer caso, en el segundo no tengo ni idea)

El ser humano nace dependiente y condicionado a recibir ayuda para sobrevivir; un bebé humano muere indefectiblemente si no recibe cuidados, la naturaleza no le ha dotado de ningún recurso de autonomía, ni siquiera el cerebro desarrollado le servirá de nada si no tiene el apoyo de otro ser humano.

Así que crecemos con el concepto grabado a fuego: seguridad = compañía.

De ahí a sentirse frustrado en unos pocos lustros si no se encuentra a otro ser humano con el que “aparearse socialmente” y obtener ” seguridad” va un camino de dirección única y sin retorno.

A menos que la vida te revuelque –o uno se revuelque en la vida que todo es posible- y un buen día, ya en la edad adulta, descubras que estás solo, más solo que la una… ¡y que no sufres por ello! Y cuando digo estar solo no me estoy refiriendo a no tener familia ni amigos ni relaciones, sino a no tener pareja que llevarse a la boca.

Mil veces me han mirado con envidia algunas amigas mal casadas por poder hacer lo que me viene en gana sin tener que pedir el “nihil obstat” de nadie. Otras tantas veces me han expresado amigos infelices con su pareja el deseo de tener la valentía que yo tuve ¿? para divorciarme cuando se acabó el amor. A unas y a otros siempre les he dado la charla diciéndoles que cada uno busca los medios para ser feliz en esta vida y que si no los utiliza cuando los encuentra es responsabilidad propia… ¡y no valen quejas!

Mucha gente conoce y saborea cotidianamente las mieles de entrar en casa…¡y que no haya perro que le ladre! (Elur, no va por ti) El placer inefable de sentirse dueña y señora (o amo absoluto) del castillo; comer lo que quieres a la hora que quieres, -o incluso no comer-, ver la tele o no verla, recibir a gente a cualquier hora, acostarse pronto o acostarse muy tarde, levantarse pronto o levantarse muy tarde, no ser ni camarera ni cocinera ni criada de nadie (esto se dice pronto pero es la madre del cordero), no tener que soportar las cuitas, quejas ni desahogos ajenos en un tête à tête cotidiano e insufrible. ¿Sigo?

He conseguido ser moderadamente feliz, no sentirme sola, disfrutar de la vida y si comparto mi manera de vivir es únicamente porque estoy convencida de que no es conditio sine qua non  tener al lado a un hombre (o a una mujer) todo el rato y dormir en la misma habitación todas las noches. (Lo de compartir cama y revolcones es otra historia, qué duda cabe).

Y esto no es porque yo sea una superwoman fría ni una mujer amargada con más conchas que un galápago sino porque el concepto “seguridad” al que aludía en los primeros párrafos de este post, lo he centrado en mí misma, en mi fuerza, en mi capacidad única e intransferible para proveerme de todo aquello que necesito como ser humano para vivir a gusto y contenta.

Simplemente, un día –hace ya varios lustros- me enfrenté a la realidad de la vida y de la “dependencia” emocional o afectiva que tenía de otras personas, pareja o familia, depositando en sus manos el PODER de mi vida, lo que me producía una insatisfacción tan grande que me llevó incluso a enfermar de pura infelicidad. Bien es cierto que, identificado el origen del dolor, no siempre es cómodo extirparlo o curarlo, pero eso ya entra en el ámbito de la decisión personal.

No me siento sola en absoluto. Bien es cierto que no siempre tengo al lado compañía para ir al cine o para ir de vacaciones, pero sé que me tengo a mí misma (y que no me voy a fallar nunca) y eso es suficiente. Mis hijas me quieren y calientan mi corazón; mis amigas y mis amigos me miman (con mucha frecuencia)  y (casi) siempre están dispuestos a echar una mano. Escuchan mis cuitas cuando me da el cuarto de hora de murria, me invitan a su casa y comparten conmigo el pan y la sal, se ocupan de mi perro cuando viajo lejos, me riegan las plantas y tienen llave de mi casa por si algún día me encuentro enferma y necesito ayuda.

El resto del tiempo vivo sola, aunque no camino sola por la vida y ya no miro ni con el más mínimo asomo de envidia a quienes van en pareja…porque les da miedo la soledad. Prueba superada…¡por fin!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com


 

 

 

 

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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