Hoy no tengo que ir a trabajar; ni mañana ni al otro ni al otro… ¿Alguien puede imaginarse qué se siente? Supongo que tan sólo empatizarán conmigo quienes estén en parecida situación, aquellas personas para quienes su vida laboral ha terminado del todo y en buenas condiciones.
Cuando cuento todo lo que entro y salgo, lo que viajo por el mapa, cuando comparto mis vivencias, alguna persona me ha llegado a “avisar” cariñosamente de que tenga cuidado con lo que comparto públicamente puesto que el deporte nacional es la envidia y no quedaré exenta de recibir algún “pelotazo” inadvertido.
Y yo me pregunto: ¿por qué?, ¿acaso no es lícito acceder a la jubilación llevando a cuestas la friolera de cuarenta y un años de fichar todos los días a las ocho de la mañana?
¿Está escrito en algún sitio que la vida de los jubilados tenga que regirse por las mismas reglas que sufren quienes están en activo? ¿Tengo que dar paseos higiénicos, tomar cafecito con las amigas, ir a buscar a los nietos al cole –cuando los tenga-, vestir como una monja y reducir mi vida nocturna a la programación de la tele?
Hay una especie de “demonización” de la jubilación como un tiempo de aburrimiento, falta de interés, deterioro de la salud y agostamiento del espíritu. Puede ser que sea cierto en las personas que han basado su VIDA en lo laboral y creen firmemente que después del trabajo…no hay nada. Parece una cuestión de fe –o de ausencia de ella- pero como he llegado “al otro lado” y hablo desde la experiencia y no desde las teorías, aseguro que en mi caso (y en muchos otros) el vasto panorama de la vida sin obligación laboral alguna es puro gozo. Tan sólo hace falta adaptarse a la nueva situación y creer firmemente que la libertad no da miedo –que ese es otro tema.
Así que como no tengo que escribir este blog a ritmo de mambo, me permito relajar mi mente y marcharme de vacaciones con el espíritu ligero, el cuerpo rebosante de fuerza y la compañía de quien bien me quiere y nunca me hace llorar.
Un tiempo de inmersión en la naturaleza, lejos de fastos y compromiso alguno, con arena de dunas, agujas de pino y aire puro. Sin necesidad de tarjeta de crédito, cocinando los productos de la tierra y absorbiendo primavera. Ni siquiera el polen me hará daño…
Miro soñadora hacia el futuro, “ese lugar donde pasaré el resto de mi vida”, mientras abrazo el presente que me hace feliz. Los cerezos están en flor y las tórtolas se vuelven a enamorar. Elur, fiel compañero de fatigas y descansos, duerme en la hierba a mis pies.
La vie est belle!
LaAlquimista
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