Reconozco que soy bastante pesadita con eso de invitar a la gente a leer y que a veces siento que lo mío es una pequeñísima cruzada en solitario que no obtiene más respuesta que la mínima que puedo obtener cuando soy yo misma la que leo un libro detrás de otro o consigo interesar a alguien cercano en la bondad de tal o cual obra literaria. O cuasi literaria (todo hay que decirlo).
Pero como hoy se celebra el “Día del libro” aprovechando que el Pisuerga pasó por las vidas de Cervantes y Shakespeare segándolas el mismo día, el tema me viene al pelo. Buena efeméride ésta para gastar unos dinerillos en un libro y honrar a ambos grandes genios de la literatura occidental. (En la Oriental hay otros genios que nos son desconocidos, lamentablemente) Y como es San Jorge –patrón de importantes naciones- pues miel sobre hojuelas: hacemos doblete y compramos rosas y libros para quedar bien con las personas queridas. Y de paso nos las damos un poquito de concienciados intelectualmente.
Sin embargo, hoy no compraré ningún libro, más que nada porque estoy en un pueblecito en medio de un bosque donde la “librería” más cercana se limita a un hipermercado surtido únicamente de papel escrito en formato revista. Rosas sí que hay, pero también las tengo en el jardín, así que no vale la pena el estipendio.
Sin embargo, hoy no compraré ningún libro pero romperé mi lanza a favor de la LECTURA, que no es lo mismo aunque parezca que la lógica debería hacerlo igual. Que una cosa muy distinta es que te regalen un libro y otra leerlo. Lamentablemente. Todavía estarán vírgenes algunos cuantos volúmenes recibidos como regalo en las últimas (o penúltimas) navidades en las estanterías de las personas que consideran que leer es una pérdida de tiempo o una actividad que tan sólo se pueden permitir quienes tienen menos trabajo que realizar que ellas.
Nada más lejos de la realidad. Leer es una actividad en sí misma, como hacer deporte. Requiere atención completa, mucho cuidado para no malinterpretar lo que se lee, discernimiento para diferenciar la realidad de lo fabulado y, como el deporte, te llevará a acabar cansado pero satisfecho. ¡Cuesta mucho mantener la disciplina de reactivar la mente todos los días…! Pero al igual que hacemos con nuestro cuerpo cuando lo cuidamos en el gimnasio o con la ingesta de comidas saludables y nutritivas… ¿por qué no ofrecer a nuestra mente la posibilidad de mejorar intelectualmente con todo el beneficio que se deriva de ello?
Nunca escuché de alguien que se enfermara por leer a los clásicos, -exceptuando al inefable Don Quijote-; que alguien me ponga un ejemplo de quien fue menos feliz por cultivar la mente, por ensanchar la cultura, por ampliar los conocimientos que hacen que el ser humano evolucione imparablemente.
¿De dónde viene el saber?
De la ciencia infusa no, desde luego.
Y de los documentales de la 2, me temo que tampoco.
Hoy que es el Día del Libro… ¡no hace falta comprar un libro! ¡Bien que bastaría con leerlo.!
En fin.
LaAlquimista
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