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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Hay que tomar precauciones en las relaciones por whatsapp?

El ritmo de los tiempos que corren es tan rápido y difícil como un foxtrot de película; a la mínima que te descuidas se te engancha el tacón en el bajo de la falda y te vas al suelo, lo que no es problema en sí si no fuera porque entre el caer y el levantar se haya podido implantar una nueva tecnología de comunicación que te deje en el banquillo donde, como todo el mundo sabe, ni se liga, ni se conoce a nadie, ni ocurre nada interesante.

Yo intento seguir siendo “una chica moderna” a mis más de cincuenta primaveras, por lo menos en el sentido de estar al tanto de las modas: las literarias, las musicales, las de ropa y las tecnológicas. Y no es por interés –porque la verdad hay que estar hecha de una pasta especial para considerar “interesante” ciertas ñoñerías del tipo de si Javier Marías sigue de morritos con la clase escritora o si se va a llevar el rosa salmón o el rosa palo esta primavera. Pero eso no quita para que no desperdicie ocasión de relacionarme con el género humano en general y con el masculino en particular; qué le vamos a hacer, una viene así de fábrica y es hasta que la muerte nos separe (a mi cerebro, mi corazoncito y a mí)

O sea que mantengo unas cuantas relaciones “interesantes” por whatsapp, más que nada por no ser menos que el común de los mortales. Mensajitos de buenos días y de buenas noches, ornamentados con gifts y fotitos en una dimensión, me gusta ver cómo se acumulan en la pantalla de mi smartphone cuadraditos verdes sin abrir que me indican que tengo admiradores, pretendientes, amigos o lo que sea que reclaman mi atención a diario sin gastarse ni un duro ni tomarse más molestia que la de escribir (o dictar) cuatro palabras simples.

¡Qué tiempos aquellos en los que el cartero me entregaba en manos cartas olorosas –aunque fuera a tinta negra- que venían dictadas por corazones emocionados! ¡Qué tiempos aquellos también en los que el teléfono de la sala sonaba y yo corría a contestar con las feromonas en la boca! E incluso cuando se inventó el correo electrónico y la bandeja de entrada era la antesala de requiebros y primores enamorados a ritmo de word.

Todo esto ya es historia pasada o casi. Ahora puedo hablar con un hombre desde la cama sin que me vean los rulos (¿siguen existiendo?), el “acuaplast”  en la cara o sin yo tener que imaginarme su camiseta de tirantes o cómo se hurga la nariz mientras dicta a la aplicación los requiebros que quiere hacerme llegar plagados de faltas de ortografía y con menos puntuación que España en cualquier festival de Eurovisión.

Este tipo de relaciones tiene muchas ventajas y muy pocos inconvenientes. En primer lugar son baratas, vamos que no te gastas nada en toda una velada de hacer viajar mensajitos de un lado a otro del mapa sin costo alguno ni de gasolina ni peajes de autopista. También tienen a favor que son cómodas y calientes, es decir que la temperatura se puede regular al gusto de cada cual y no hay peligro de corrientes de aire, ni de pisar un charco. Tampoco hace falta quedar sino aprovechar un “aquí te pillo y aquí te mato” entre el final de la película de video y el cambio de capítulo de la novela. O quizás después de cenar y antes de fregar o mientras se tiende la ropa de la lavadora o se remueve el pisto para el día siguiente.

Los besos y demás efusiones amoroso/afectivas ya vienen determinadas con los emoticonos. Si quieres ser discreta hay uno con coloretes en la cara, si vas más de lanzada se puede usar el de los morritos que envían un beso y como no hay uno más explícito para lo que tú sabes y yo me callo se puede usar la bailarina esa flamenquita del vestido rojo que cada uno lo interpreta a su manera y siempre se queda bien. Lo que me fastidia son las dos rayitas azules que indican que he leído el último mensajito; eso me agobia un poco porque sé que hay alguien al otro lado esperando mi respuesta y a mí es que no me gusta que me coarten la libertad. A veces, con mucha malicia y cuarto y mitad de picardía, si es por la noche, dejo que se instale el suspense… y no contesto hasta el día siguiente.

Lo que me preocupa es el tema de un posible contagio, no sé, algo así como que me envíen por whatsapp un virus de los de verdad y me enferme de algo feo, que todo es posible y ya sé que lo están experimentando en el valle de la silicona o por allí, incluso que son científicos españoles –que tienen muy mala baba- los que andan investigando. Embarazada no me puedo quedar –aunque todo se andará, ya veréis- porque con la crisis tuve que cerrar la fábrica y largarme al paro de la cosa, pero mi inquietud no cesa ante una eventual ETS (Enfermedad de Transmisión Smartfónica) que salga de la pantalla y, mientras duermo confiada con la tecnología ON al lado de mi almohada, se me infiltre un “bisho” al cerebro y me haga la pascua.

De momento, he tomado la prudente decisión de desconectar el aparatejo mientras duermo. Por las dudas…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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