Vaya por delante que este post está escrito desde el buen humor, que con los tiempos que corren –todo el mundo quejándose de esto y de lo otro, e incluso la Tierra protestando airadamente- creo que a nadie le viene mal una sonrisa de más.
Este domingo se celebrará en España –y en muchos otros países- el famosísimo “Día de la Madre”. Festividad insoslayable donde las haya porque todo hijo de vecino tiene o ha tenido una madre que echarse a la espalda. Madres efímeras o eternas, pretéritas o presentes, madrazas o madrastras, quien más quien menos ha venido a este mundo de similar manera: siendo parido, con o sin pan bajo el brazo.
Y eso hay que celebrarlo, faltaría más, ¡cómo no vamos a estar agradecidos a la mujer que nos dio la vida! Es una cuenta pendiente, un favor que le debemos, una deuda que no expira nunca… aunque la mayoría de las madres no se la quiera cobrar para compensar con las que se pasan la vida (de los hijos) echándoles en cara los sacrificios, sufrimientos, dolores y malos ratos que han tenido que padecer por culpa de los frutos de su vientre.
Hay un recuerdo borroso en mi memoria que se aviva cuando oigo hablar de “el carro de los gitanos”. ¿Quién me decía a mí que me habían encontrado bajo un vehículo de esos, paradigma del horror para cualquier niño sensible? No me acuerdo, pero hasta que no supe leer y mirar el Libro de Familia creo que no tuve muy claro si yo formaba parte de la familia Casado o…yo qué sé.
Una compañera del colegio fue “acusada” un día de ser adoptada y aquello cayó como una bomba entre las niñas, es decir, peor que si la pobrecita hubiera tenido seis dedos en cada mano y le faltara la nariz. Y una compañera de fatigas en la edad adulta me contó que su madre le había confesado que, estando embarazada de ella y por mal de amores, intentó abortar saltando de la mesa de la cocina al suelo en repetidas ocasiones. ¡Qué majas las madres sinceras creando traumas a sus hijos!
Madres y madrastras. Madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle (dicen). Madre como santa intocable. Madre gallina clueca que vuelve locos a sus polluelos. Madre tarántula que se lo come todo. Madre castradora, mater amantísima, madre omnipresente o lejana. Algunas cerdas se comen a sus crías y algunas mujeres también se las van comiendo a lo largo de toda una existencia mientras que otras las cuidan, las defienden, las preparan para la vida con amor, dedicación y sentido de la coherencia.
¿Por qué hemos nacido de nuestra madre? ¿Cuál ha sido el motivo justo y exacto de nuestra concepción? Hijos del amor e hijos del desamparo los hay a partes iguales. Hijos perpetuados en la unión íntima e hijos de un tristísimo abuso sexual –dentro o fuera del matrimonio.
-“¿Mamá, por qué nací yo?”
Como madre que soy también les he explicado a mis dos hijas cuáles fueron las vivencias exactas que nos llevaron a su concepción. Y sé que me agradecieron la confianza y la confidencia. Más que nada por si alguien algún día les decía aquello del carro…