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Cecilia Casado

A partir de los 50

Cinco motivos para no ver televisión

Que soy anti-tele declarada no es ningún secreto ya que me reafirmo en ello cada vez que tengo oportunidad. Que he vivido durante quince años sin “caja tonta” en casa es real y que ahora tengo una pantalla que uso para ver películas en vídeo es cierto también. A veces le doy al mando de la tele y salta una cadena francesa llamada “Art” que me atrapa durante algún cuarto de hora. Por lo demás, estoy virgen. Nunca –y mira que la palabra es contundente- ví un solo capítulo de ningún culebrón, ni de crónicas marcianas, ni mucho menos tan siquiera cinco minutos de un gran hermano. Ni un segundo de un reallity show, ni una tertulia, ni un programa de cocina. Sobra decir que soy telediariofóbica… Descubrí este invierno un programa dominical de supuesta investigación periodística y después de visionarlo tres o cuatro veces he llegado a la conclusión de que lo mejor son los anuncios de coches que emiten en las pausas –vergonzosamente largas- que hacen para la publicidad.

Pero a lo que iba.

1.- La televisión es un arma de manipulación masiva a la que le abrimos la puerta de nuestra mente. Y siempre entra.

2.- La televisión está dirigida y controlada por quienes tienen intereses espurios.

3.- La televisión entontece la mente del individuo (cuanto más joven, mejor)

4.- La televisión destroza familias, parejas y relaciones.

5.- La televisión quita tiempo para vivir.

Estos cinco motivos que expongo son míos personales y tengo razones, argumentos y pruebas más que suficientes como para defenderlos ante cualquier juez que se atreviera a ponerlos en duda. Y no estoy sola con mis ideas, en absoluto, hay miles de personas que piensan como yo, que sienten la misma agresión –directa o subliminal- cada vez que relajan su intelecto y lo ponen durante un rato a los pies de cualquier canal televisivo. Curiosamente, la paradoja terrible es que, a pesar del juicio crítico que acompaña su discurso, ¡siguen poniéndose delante de ella varias horas al día!

Recuerdo las comidas y cenas familiares en silencio, con la boca y la mente abierta, donde entraba la comida propia y las ideas ajenas, mirando absortos (o atontados) el telediario de la tarde o el de la noche. Recuerdo tardes de  sábados y domingos, encerrada en casa –en vez de estar jugando en la calle- mirando pestíferos programas infantiles o juveniles. Recuerdo la tele encendida en la sobremesa viendo series y películas lejanas, absurdas, anacrónicas y malas, americanas todas. Las veladas familiares nunca existieron; ni largas conversaciones sobre lo divino y lo humano. Nada. Tan sólo la reina de corazones cortando cabezas al que se le ocurriese interrumpir el visionado de un programa. “La familia que ve la tele unida permanece desunida” –rezaba un aforismo de la época. (¿O no era así…?)

Cuando abandoné la casa familiar compré un equipo de música, pero se me olvidó comprar una tele. Y fueron muchos años de limpieza mental…o casi. Las circunstancias me obligaron a dar marcha atrás muchos años después y volvió la “invasora” a invadir mi hogar. Retornaron pues las comidas y cenas en silencio, los aburrimientos de sofá en pareja, la ausencia de comunicación real. El tiempo, la vida quedaba detenido en cuanto volvíamos a casa del trabajo sin más expectativa cotidiana que “ver lo que dan en la tele”.

Esta situación duró casi diez años, el tiempo justo para rehacer mi vida, descomponerla, volverla a rehacer y volverla a descomponer. Y llegar a conclusiones severas y a un convencimiento absoluto de que el mayor subterfugio de los televidentes es decir que “hay cosas buenas y malas en la programación, que es cuestión de saber utilizar correctamente las posibilidades”. Y yo digo que no. Es como tener en casa un arma y pretender que “la utilizaremos bien”. Algún día alguien apretará el gatillo (el mando) y ya no habrá nada más que hacer excepto lamentarse.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


mayo 2015
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