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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Qué pasa con el sexo a partir de los 50?

 

Para entrar a por uvas en este tema se me ocurre abordarlo desde una óptica optimista y positiva; es decir, dando por sentado que cualquier persona medianamente sana de cuerpo y mente puede seguir teniendo sus pulsiones sexuales más o menos en su sitio incluso a partir de los cincuenta años.. Y digo “más o menos” porque lo que está claro es que al Ernio no se sube igual con veinte años que con cincuenta.

Aquí no vamos a hablar de fisiología de género, ni de menopausias ni de andropausias varias, ni de próstatas ni de ovarios de capa caída, de lo que quiero hablar es de “las ganas” que, obviamente, están de cuello para arriba y no de cintura para abajo.

Dividiría –no obstante- al personal susceptible de desarrollar todavía una buena actividad sexual en dos grupos, a saber: los casados y los solteros. Así, generalizando sin vergüenza alguna, me atrevo a aventurar esta clasificación de andar por casa para no romperme la cabeza con excepciones, circunstancias y peculiaridades diversas.

Osease que: mujeres casadas y mujeres solteras, hombres casados y hombres solteros, entrando en el primer grupo los que tienen pareja “de toda la vida” y en el segundo los que o cambiaron de estado civil o nunca ficharon en el equipo matrimonial. Porque creo según mi limitado conocimiento empírico que en ese “pequeño detalle” está o puede estar la madre del cordero.

Para empezar diré, aun a riesgo de que me salte alguien a la yugular, que -salvo las excepciones que confirman la regla- los casados tienen mucha menos actividad sexual que los solteros, paradoja donde las haya puesto que si tienes “en casa la comida” no hay que salir a la noche procelosa o a las redes sociales más procelosas todavía, a buscarla. Pero ocurre, según cuentan las malas lenguas, que al cabo de varios lustros al lado de la misma persona las ganas se van por la ventana de la comodidad, del tedio, de la rutina o simplemente se apagan como es lógico final de toda hoguera a la que deja de echarse leña.

Y esas malas lenguas cuentan también que siendo “single” hay muchísimas más posibilidades de mantener una relación sexual continuada, satisfactoria y gozosa pero siempre con la condición obvia de “cambiar de pareja” cada equis años. Es decir, que la misma persona sea hombre o mujer que con su pareja de toda la vida no tiene ni pizca de ganas de tener sexo con una pareja nueva se reactivan los resortes mentales que ponen en marcha la maquinaria de varios palmos más abajo sin necesidad de ayuda química de ningún tipo excepto que ya estés en la fase “premio nobel de literatura”, y me permito el dislate porque ahí hay un ejemplo más que palpable –y visionable- de lo que digo.

La verdad es que cuando hablo de sexo con mis amigas y amigos casados casi siempre acaban tirándome algo a la cabeza y llamándome “mentirosa”, no sé si por envidia o incredulidad de que a a partir de los cincuenta se pueda seguir estando activo en las cuestiones horizontales (o en cualquier postura que permitan los huesos).

Lo que ocurre es que somos fruto de una generación a la que nos cortaron las alas con el rollo de “hasta que la muerte nos separe” y la monogamia amparada por la ley (hasta hace unos cuantos lustros el adulterio FEMENINO estaba penado), somos residuo problemático de unas costumbres religiosas, familiares y sociales que poco o nada tienen que ver ahora con los tiempos que corren en los que se accede al sexo –vía amorosa o vía genital que tanto da- sin sensación de pecado, ni remordimiento de conciencia ni mucho menos sin que te cuelguen el sambenito de perdularia o golfo putiférico contumaz.

¿Seguiría activa sexualmente si no me hubiera divorciado hace ya veinte años…? Pues no lo sé, pero por si acaso mejor sacudirse los prejuicios que puedan quedar escondidos en algún recoveco del inconsciente e invitar a las feromonas a que sigan participando en el juego más divertido que nos ha regalado la madre naturaleza: los juegos de sábanas.

Conozco a no pocas personas mayores que yo –tanto hombres como mujeres- que siguen teniendo una actividad sexual sanísima y más que frecuente… No se trata de emular viejos tiempos y hacerlo todos los días (¡qué tiempos, qué tiempos!) sino “lo normal” en la gente activa, no sé, quizás una vez a la semana o así, o “lo normal” en Euskadi, no sé, quizás una vez al año o así…

Bromas aparte, en la variación está el gusto y quien no esté de acuerdo conmigo me parecerá muy requetebién, allá cada cual con sus deseos, sus acciones y sus omisiones. De momento y mientras estemos vivos y sanos no hay ni médico ni cura ni hijo de vecino que pueda certificar que a partir de los cincuenta el deseo sexual desaparece sino que se lo invita a desaparecer por los motivos que cada uno tenga a bien enarbolar. Y como decía aquel: “los que decís que algo no es posible dejadnos en paz a los que lo estamos haciendo”. ¡A las pruebas me remito!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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