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Cecilia Casado

A partir de los 50

Es verano…

Es verano como si fuera una coartada. Los días se deslizan entre la galbana del calor y el tedio de lo que no llega. El trabajo es un paréntesis que libera del aburrimiento; terminado éste, la espera, cálida y pegajosa, de un nuevo día para no pensar.

Porque en verano no se piensa o se piensa menos o no se piensa nada de nada; como si el calendario amparase una gran justificación para amodorrar las neuronas, el espíritu y eso que llaman alma, una coartada de tres meses para que la vida pase rápido, como si nos sobraran los días para desperdiciarlos, ahí tirados en el sofá viendo películas o haciendo como si se ven películas. El libro que se compró en un arranque de intelectualismo absurdo por el Día del Libro yace lleno de aburrimiento él también, criando polvo al igual que todo lo demás.

Es verano. Da asquito ir a cualquier sitio porque las hordas que se divierten dan mal fario; mejor quedarse en casa. Comer, hay que comer, pero implica el esfuerzo de pasar por la caja del súper y quizás cocinar lo comprado. Quedan soluciones de emergencia, siempre hay soluciones para una emergencia, además el cuerpo aguanta mucho y encima se adelgaza; cervezas quedan, agua hay en el grifo, de momento.

Es verano y hace calor, mucho calor, la peor compañía para ir a trabajar; el sudor no libera, nunca liberó a nadie, tan sólo impregna la piel de olores desagradables y lo sabes. Sí, tú, que te ves reflejado en mis palabras, tú que te has reconocido en la primera línea del primer párrafo, bien lo sabes. Y yo sé que lo sabes, por eso jugamos al juego de las adivinanzas en la distancia.

Los síntomas están claros: la vida no te agrada o te da igual. Las gentes no te agradan o te dan igual. Tú tampoco te gustas demasiado…así que todo da igual. Vas por un camino mil veces transitado y por eso puedes hacerlo con los ojos cerrados; un camino que no lleva a ninguna parte porque es circular, quizás esta vez sea un poco más largo que las anteriores, pero volverás al punto de partida como en un juego infantil sin sentido en el que el azar, la mala suerte (siempre factores ajenos a tu voluntad) te devuelven a la casilla de salida una y otra vez, pesadilla recurrente que ataca incluso en la vigilia del alma.

Los síntomas están claros: llega el verano y tú te deprimes. Durante el resto del año estás orgulloso de ser diferente, de no tener que cargar con pareja ni familia política, ni hijos ni amigos tocapelotas ni relaciones tóxicas, tan sólo llevar el peso de tu unicidad excluyente de todo tipo de relación con los otros excepto la impuesta por la mano que te da de comer, la que manda, ordena, obliga, exige y abusa. Pero el calor te ha reblandecido algo en las entrañas y ahora ya no estás tan feliz contigo mismo: miras y ves, no estás ciego aunque bien te gustaría, ves gentes sonrientes sacándose fotos junto a la barandilla de la playa, ves familias contentas disfrutando juntas, ves también seres hermosos que podrían atraerte si no fuera porque estás enfadado con la vida, con el Universo, contigo mismo y…odias el verano.

Como conoces bien el percal sabes cómo doblarlo; los días pasan rápidos de San Juan a San Fermín, del Carmen a Santiago, de la Virgen a “la vuelta al cole”. Entonces se acaba todo, por fin, y las aguas vuelven a su cauce y la rutina recupera su acomodo, vuelve el tiempo pausado del frescor en la mañana y vuelta a dormir con manta mientras los árboles del bosque inmutable se visten de rojo. Tú también te vestirás de rojo algún día. Antes del invierno que lo helará todo.

Es verano todavía…y todavía estás a tiempo de dar otra vuelta de tuerca a tu vida. O no. Tú eliges, todos elegimos si nos gusta deprimirnos o dejamos que la luz interior gane la batalla de las sombras.

No creas que estoy triste por escribir esto para ti –seas quien seas. Tan sólo quiero que sepas que te comprendo, que no te juzgo, porque yo también he sentido algún verano que la vida se paraba y ya no tenía ganas de subirme a ningún tren y te digo que en vez de esperar a que caigan las hojas del calendario es mucho más gratificante deshojarlas uno mismo llenando cada día de un poquito de aquí y otro poco de allá…

La vie est belle!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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