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Cecilia Casado

A partir de los 50

Exageraciones femeninas

Casos reales como la vida misma.

Esto es cuando la mujer abre el armario ropero, contempla indiferente las dos o tres docenas de prendas que cuelgan de sus respectivas perchas, ordenadas por larguras, texturas y colores y manifiesta –con voz de diagnóstico médico fatal-: “si es que no tengo nada que ponerme…”

  1. Y gran verdad es, no vaya nadie a creer que son ganas de  decir tonterías, una exageración en toda regla a la que la mayoría de las mujeres nos vemos expuestas de vez en cuando como consecuencia de una mal entendida necesidad de gastar dinero para paliar alguna otra carencia que no viene del bolsillo precisamente.
  2. Entre el “no hay nada” en el frigorífico del hombre –que es cuando abren la puerta de tal electrodoméstico y si no hay fuentes de comida preparada son incapaces de pensar en qué cocinar- y el “no hay nada” en el armario de la mujer se extiende una finísima línea de malas costumbres heredadas, aprendidas o adquiridas por ambos, pero que en cualquier caso son una exageración de la realidad aunque nunca una invención.
  3. ¿Qué nos mueve a las mujeres a NE CE SI TAR estrenar alguna prenda caprichosa sin que haya de por medio evento especial alguno que lo justifique? ¿Cuál es el mecanismo que nos han instalado en el cerebro que nos empuja a comprar ropa nueva cada temporada y luego ir de rebajas esa misma temporada? ¿Por qué nos atraen los mercadillos traperos de los lugares de vacaciones tanto como los escaparates de las tiendas lujosas de ciudades glamurosas aunque el bolsillo no dé más que para conseguir algo innecesario en los primeros?
  4. Comprar ropa para sentirnos mejor, para vernos más guapas, para que el espejo nos hable en un halago imaginario tan absurdo como las conversaciones de Narciso con el agua del estanque.Los armarios están a rebosar porque no tiramos nada, porque sabemos que la moda es cíclica y lo de hace diez años puede volverse a actualizar cualquier día; revientan cajones, baúles, altillos, maletas y bolsas de plástico gigantescas abarrotan trasteros a los que no se recurre más que en carnavales.

    Guardamos la ropa que sabemos que no vamos a usar esta temporada porque tampoco la usamos el año pasado ni el anterior, con un afán compulsivo y neurótico heredado de madres y abuelas que vivieron una época diferente, donde la ropa la confeccionaban ellas mismas o una modista si el presupuesto familiar daba para tanto y donde había poco y se aprovechaba año tras año, en un necesario –entonces sí- ejercicio de austeridad.

    Por eso las mujeres abrimos el armario abarrotado y exclamamos con angustia: “¡no tengo nada que ponerme!” y es cierto, porque casi todo es viejo o está gastado o deslucido o nos queda estrecho o demasiado corto… siendo incapaces de hacer una limpieza más que sana y desde luego necesaria, no por tirar “trapos” o darlos a quien los vaya a usar de verdad, sino por erradicar también esos fantasmas que viven en nuestra mente y que son los que nos impelen a ser absurdamente urracas de lo que ni tiene valor ni lo volverá a tener jamás.

    Una ve lo que quiere ver y se queda ciega (o muda o sorda) cuando mejor le conviene y diseña su propia concepción de la realidad según le interesa en cada momento. Y así no avanzamos, vaya que no…

    En fin.

    LaAlquimista

    Por si alguien desea contactar:

    apartirdeloscincuenta@gmail.com

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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