No he tenido hermanos, pero sí muchos amigos, así que puedo hablar del tema por lo que me han contado y lo que he visto reflejado en la vida de algunos chicos y bastantes hombres. En primer lugar dejar claro que la educación de la época –años 60/70- tenía bien diferenciados y separados los roles de cada sexo: las niñas por un lado y los niños por otro lado. No nos mezclaban porque el puritanismo meapilas del que mandaba en el país y sus secuaces de sotana y hábito así lo querían. Les preocupaba más la “moral cristiana” que el desarrollo mental natural del individuo y sacrificaron lo segundo a lo primero. Así nos fue a todos…
¿Qué hombre de mi quinta no tuvo que padecer la ignominia de tener que tragarse las lágrimas porque le soltaron a la cara el tristemente famoso “los chicos no lloran”? Había que ser “machote”, aguantar estoicamente lo que hiciera falta –como aquel “pequeño saltamontes” de película que soportaba castigos y torturas para dar la talla ante sus mayores.
¿Cuándo aprendió el varón la libertad de poder llorar su pena, expresar su dolor sin sentirse ridiculizado por familia, educadores y amigos? ¿Lo ha aprendido ya o sigue siendo una asignatura pendiente?
El lado femenino de cualquier hombre es tan natural como el lado masculino en cualquier mujer. Somos seres duales, válidos por igual para ser felices con todas las herramientas a nuestro alcance y la libre expresión de emociones y sentimientos es necesaria para conformar un ser humano adulto, libre, feliz y completo.
¿Qué sociedad es ésta que define y defiende lo que es conveniente para los niños y exclusivo para las niñas? La burla hacia el chaval que disfruta jugando con muñecas, la mofa hacia el crío que no siente la necesidad de jugar a ver “quién mea más lejos”, el desprecio a un chico sensible, tranquilo, que ve la vida como un camino para aprender y no como un campo de batalla para demostrar que es más “machito” que los demás.
El lado femenino de los hombres lo he disfrutado grandemente cuando he tenido entre mis brazos a un ser humano atribulado que lloraba su pena o su rabia; cuando he hallado un “igual” y no un contrincante.
Pero no es lo habitual, tristemente, no lo es. Los chicos y hombres siguen siendo educados con el concepto de no dejarse invadir por sentimientos que les puedan volver vulnerables ante el mundo. Las emociones inherentes al ser humano tan sólo son permitidas en pequeñas dosis y tan sólo algunas de ellas: la ira, la rabia, el asco. Pero el miedo y la alegría no les están permitidas…son cosas de mujeres, dicen, los que creen que saben porque les interesa que los demás sigan escuchándoles a ellos hablar en vez de escuchar al interior de uno mismo, esa voz que tantas veces ha sido acallada por puro miedo a llamar la atención.
Hace poco estaba paseando con un amigo y al pasar frente a una tienda de ropa me preguntó si me importaba que entrara a comprarse una camisa. –Vale, le dije (cruzando los dedos para que no me pidiera que eligiese por él, ya que esto es algo que muchas madres hacen con sus hijos mayores y no pocas esposas con sus maridos). Eligió él solito varios modelos y se fue al probador. A los cinco minutos se me acerca una dependienta y me dice que a ver si puedo acercarme al probador. Allí, mi amigo, con una camisa de cuadros y muchos colores, tipo blusa, con botones hasta medio pecho nada más, me preguntó que qué tal le quedaba. Yo le miré y le vi guapo, porque guapo era el tipo, pero había algo que no me terminaba de gustar y era el corte “tipo blusa” en vez de el típico corte de la típica camisa. -¿No te gusta?, me preguntó. –Da igual que me guste a mí o no, te tiene que gustar a ti. –Entonces ¿por qué no me dices que es bonita?
Entonces me di cuenta de que era yo misma la que estaba enjuiciando el supuesto “lado femenino” de mi amigo que no estaba haciendo nada extraño, sino pedir una opinión, como hacemos las mujeres sin complejos cuando vamos de compras con una amiga. ¿Por qué pensé que mi amigo tenía que ser capaz de decidir por sí mismo qué camisa comprar? El cazador, cazado; en este caso, la cazadora…
El tema dio para mucho después de la compra de la camisa. Me sentí culpable por haber caído en el estereotipo prejuicioso y sé que todavía tengo mucho que evolucionar en ese sentido. Las ropas bonitas para hombre no suelen tener más comprador que los desprejuiciados y libres, los demás siguen comprándose la camisa tipo leñador o tipo botoncitos, el polo discreto y el jersey de pico.
El lado femenino de un hombre sigue estando pisoteado por una sociedad llena de prejuicios y…por los propios hombres que también deberían hacer su pequeña cruzada para que no sean denostados por expresar sentimientos, demostrar debilidad (la que tiene cualquier ser humano) o necesitar una caricia, un beso, un abrazo, un poco de calor en el corazón.
Como si todos quisieran ser una especie de Donald Draper de pacotilla…
En fin.
LaAlquimista
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