Nos contaron que las mujeres, cuando llega la menopausia, dejan de sentir deseo sexual y son reticentes a mantener relaciones. También nos contaron que los hombres pueden seguir funcionando en la cama hasta el día que se mueren.
Como el tiempo y la vida me ha demostrado que esas afirmaciones no son verdades absolutas sino falacias bien dirigidas con oscuras pretensiones, contaré un par de anécdotas con la intención de quitarle hierro a un asunto que afecta a un gran colectivo de este país : las personas mayores de cincuenta años.
La mayor parte de las mujeres pasan la menopausia con más pena que gloria y abanico incluido. Yo también fui de ésas; pero cuando pude gastarme en gintonics lo que antes me gastaba en tampones comprobé gozosamente sorprendida que mi pulsión sexual seguía no sólo indeleble sino que se había acrecentado en proporción directa en la que había desaparecido el riesgo de un embarazo tardío y no deseado.
Es decir, me sentí liberada de la función de la hembra de perpetuar la especie a cambio de ese famoso “minuto de placer”. Las hormonas me las reforcé y volví a equilibrar a base de algún fármaco –que para eso están; cambié de peinado –flequillo a la derecha-, me compré vaqueros pitillo y un coche rojo y me fui de vacaciones con las amigas a un país donde hace falta pasaporte. En fin, lo típico para un guión de cine real como la vida misma, como Telma y Louise pero de andar por casa y con final feliz.
Mis amigas casadas “de toda la vida” me miraban alucinadas y torcían el gesto al darse cuenta de que la única diferencia que había entre ellas y yo era que yo era “libre” y ellas estaban “atadas”. (Y a buen entendedor pocas palabras bastan)
Yo empecé a echarme novios que me daban más quebranto que alegría, (debo confesar) pero en el tema del que hablamos no tuve necesidad de ponerme a dieta porque el apetito y las ganas de comer iban de la mano, contradiciendo estadísticas, leyendas urbanas y malas intenciones en general y alimentando el famoso morbo de “la mujer madura” entre el personal más joven y masculino.
Esto que digo va a misa entre las mujeres. Otra cosa es que los hombres estén en desacuerdo y refunfuñen y digan que son “chorradas”, que ellos llevan treinta años casados y la “parienta” hace mucho que no tiene ganas de “cumplir”. Bueno, eso también es lógico y habrá que preguntarle a ella si le interesa el revolconcillo de los sábados después de la peli de la noche y que ya no tiene ni gracia ni salero ni dura lo que marca el minutero.
Bromas aparte –que allá cada cual se las componga en sus “juegos de sábanas”- el auténtico problema a mi entender es que demasiados hombres mayores de cincuenta años (y no digo ya nada de los que han cumplido los sesenta) se han acomodado a una vida sin relaciones y se quedan más que sorprendidos cuando una mujer –aunque sea la suya- les reclama atención horizontal.
Sé de lo que hablo; hablo de señores (viudos o divorciados) que buscan pareja para el último tramo del camino; una compañera/cómplice, guapa todavía, con ganas de disfrutar, de viajar y de acompañarles, de su misma edad o parecida –para que la familia no ponga el grito en el cielo- y a la que le ofrecen seguridad para paliar la más que previsible soledad del anciano que ya están vislumbrando en el espejo.
El problema acontece cuando se dan cuenta de que esa mujer de cincuenta o incluso sesenta años sigue estando activa sexualmente y quiere morir “con las botas puestas”. Algunos –los menos- reaccionan a favor de la corriente y buscan remedio si lo necesitan; otros –los más- se enfadan y se indignan y huyen en dirección contraria al problema.
Excepciones habrá muchas –tanto en hombres como en mujeres- pero el error comúnmente repetido de que las mujeres a partir de la menopausia dejan de sentir deseo sexual es una pura falacia. Lo único que hace falta es tener la pareja adecuada porque la “maquinaria” funciona como el motor de un Rolls.
En fin.
LaAlquimista
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