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Cecilia Casado

A partir de los 50

La tercera edad ya no es lo que era

 

Llevo ya un tiempo observando a los viejecitos que viven en mi barrio, me quedo con sus caras poco a poco a fuerza de verlos formar parte del paisaje cuando ando paseando a Elur. Si es de buena mañana no se ve a ninguno, lo que quiere decir que mantienen el privilegio de no madrugar y hacer un desayuno tardío. Si es al mediodía salen al solecito y copan los bancos del parque -solos o en compañía de otros- y si es a la atardecida pasean un poco o se regalan un café con leche calentito antes de retirarse a sus aposentos.

A fuerza de vernos la cara cada día nos vamos fijando un poquito más, ellos en mi perrillo blanco y yo en ellos. Los grupitos están bien separados, como en los colegios a los que debieron asistir, chicos y chicas cada sexo por su lado. Ellos hablan menos y fuman más; ellas se sueltan algún botón de la blusa al sol y cierran los ojos. Si tienen perro lo dejan corretear y que salga el sol por Antequera (es decir, que gastan poco en bolsas de plástico) y los que van con cuidadora o cuidador miran al infinito, como intentando resolver algún problema filosófico o pensando en las lentejas, cómo éstos hacen más caso al smartphone que a sus empleadores, aparcados en la silla de ruedas al sol en un silencio solitario y quizás un poco patético.

Hay ancianas que forman grupito de cháchara incansable ocupando siempre el mismo banco, reservado para ellas tácitamente, o eso imagino viendo lo invariable de la rutina. Son señoras guapetonas, arregladas, dicharacheras y simpáticas. Lo sé porque a veces yo también pego la hebra con ellas y, con disimulo, me voy enterando de los años que llevan a cuestas. Está claro que todas hablan con gusto de nietos y bisnietos (¿pero qué edad tienen estas mujeres?), con alguna referencia a “mi difunto” (marido) e hincapié en las amigas y lo bien que se lo pasan con ellas.

Ninguna cumplirá ya los ochenta y sin embargo siguen hablando como si tuvieran toda la vida por delante. ¡Pero es que la tienen! Se ríen cariñosamente de una amiga viuda –como todas- que se ha dejado engatusar por un “novio” de ochenta y cinco y que ya no va con ellas al parque sino que anda yendo y viniendo a Benidorm disfrutando del apartamento que compraron en los sesenta y que los hijos y nietos le dejan libre únicamente fuera de temporada. Alguna falta de vez en cuando porque se ha acatarrado con estos cambios de tiempo y las que acuden a la cita cotidiana siguen discutiendo acerca de la conveniencia o no de vacunarse contra la gripe o del último debate que han visto en la tele el domingo por la noche y que les ayuda a dormir muchísimo más que las pastillas “que se empeña en recetarles la médica de cabecera”.

Leen el periódico cada día en la cafetería, en comandita o pasándoselo entre ellas y así por el precio del cafecito tienen también la prensa, pero ésta se les escapa con la letra tan pequeña y, además, se manchan los dedos de tinta y para colmo entre deportes, anuncios normales y “de los otros” es que, la verdad, casi mejor ver la tele que lo da todo ya masticado aunque sea en una papilla que todos los días sabe a lo mismo. De Internet no quieren saber más que lo que les cuentan los nietos y piensan que es una distracción estúpida -al igual que el teléfono móvil que casi ninguna acarrea por más que los hijos se lo han regalado y les instan a llevar en el bolso-, que quita tiempo para vivir, con lo bien que se está en la calle, en el parque, paseando con las amigas, viendo a la gente, sintiendo la vida.

-“El día que una se encierra en casa se cierra a la vida” –me dijo Carmen, la más habladora del grupito de los perros pequeños. –“Hay que vivir, hay que salir, seguir viendo lo que pasa en el mundo, ahora ya no venimos al parque por la tarde porque está lleno de chiquillería sin educación ni maneras, nos molestamos mutuamente y por eso nos vamos a la cafetería.”

También expresan el miedo a la caída, al atropello de una bici (que es que van como locos), a los monopatines lanzados como misiles hacia sus débiles pantorrillas y reniegan del bastón como punto de apoyo mientras pueden. -“Eso es de viejos”, se ríen sin maldad ni intención.

Miro sus pieles y no las veo tan arrugadas, miro sus ojos y siguen guardando la luz en el fondo. Todo lo que les escucho está teñido de una alegría tranquila, gozan de una aceptable salud, se mantienen con una pensión “decente”, cocinan para la comida familiar cada quince días, van poco al médico (toca madera) y viven solas para mantener su “libertad e independencia” aunque tengan una cuidadora a tiempo parcial para las tareas más duras de la casa.

Quiero imaginar mi cuadro vital dentro de veinte o veinticinco años, quiero pensar que podría llevar como ellas una vida tranquila, tomando el aire, riendo con las amigas, leyendo libros y paseando al Elur que me toque en suerte. Visualizo por un instante un futuro absurdo o predestinado, cómo saber cuál será mi última estación, moriré con las botas puestas en un lejano aeropuerto o me haré adicta a las citas en el ambulatorio del barrio, o acaso aparezca el amor de mi vida (de mi vida final) y acabemos bailando en algún hotel Marigold con el pasaporte caducado.

Porque también hay una tercera edad que no está enferma, que sigue teniendo ilusión por la vida, que hace planes para “el día de mañana”, que sueña, que disfruta, que no tiene miedo a romperse la cadera ni a pillar la gripe, que no rasca euros de la pensión para ahorrar absurdamente, que no está afiliada al Ocaso, que prefiere que le incineren y que se apunta a las conferencias, los eventos, el cine el día del espectador, los menús de entre semana, el pintxo pote del viernes y la cuadrilla de amigas en el parque. ¡Me encantan!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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