Encontronazos culturales | A partir de los 50 >

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

Encontronazos culturales

 

Llevo un par de semanas en México y ya ni me acuerdo del olor del salitre; quiero decir que llevo un par de semanas sin comer pescado porque aquí no es la costumbre y tan sólo es factible encontrar unos filetes congelados de origen desconocido que mejor ni preguntar. Pobre de mí, que no como carne más que para llevar la contraria en Cuaresma, héme aquí, empanada (o emparedada) entre el calor tropical yucateco y mis nostalgias vascas.

Y es que no lo puedo evitar por más que me resisto a meter en mi maleta nada que huela a nacionalismo; por no traer, no he traído ni siquiera los tan socorridos sobres de jamón ibérico envasados al vacío que tanto apoyo psicológico dan a los viajeros desgajados de sus raíces. También tengo que confesar que llevo más de quince días sin probar una gota de vino, líquido bizarro por estos lares donde es más común beber bebidas de cola que agua de manantial; y para cerrar el capítulo de mis sufrimientos añadir que el último trozo de pan lo ingerí en el bus que me trasladó de Donostia a Madrid en forma de amable y sencillo bocadillo de tortilla.

Ya desnuda de mis soportes existenciales (el pescado, el pan y el vino) me convierto a ritmo de cumbia en la versión mitad “gore” mitad kitsch de mí misma, una mezcolanza para adaptarme al medio y no perecer en el intento. Y lo digo con conocimiento de causa, no por llamar la atención, que conste. En esta tierra ubérrima en tantas cosas me convierto en gazapo que salta entre los coches para no ser atropellada, olvido dar cuerda al reloj porque sé que la puntualidad es una broma de mal gusto y poco considerada socialmente, adapto mi piel al color del entorno y aprendo a machamartillo a hablar con el mismo tonillo indolente y simpático que la gente del lugar, a tratar al personal de usted en vez de tutearlo, a decir “joven” al camarero/mesero tenga la edad que tenga, a agarrar un taxi y cualquier cosa de las que solemos “coger” habitualmente en España para que no se me rían a la cara y, sobre todo, a explicar un par de docenas de veces al día de dónde soy y por dónde vengo a estas tierras mexicanas.

La adaptación al medio va calando en mis muchas grietas y cada vez son menos los mercachifles que me ofrecen hamacas, huipiles made in china y artículos de falso henequén. Si me dieran un poco más de tiempo acabaría desayunando huevos motuleños en vez de pan tostado con aceite, untando totopos en guacamole y comiendo tacos de cochinita pibil como quien se come una pescadilla a la plancha. Mis costumbres de toda la vida –por muy acendradas que creyera tenerlas- acabarían metamorfoseándose en lo que fuera que hubiese a mi alrededor, tal fuerza y poderío tiene el entorno en el que nos movemos para intregrarnos en la corriente social de la mayoría.

Acabaría –probablemente- rezando a la “guadalupana”, haciendo siestas de tres horas y pasando el ochenta por ciento de mi tiempo corriendo de un extremo a otro de la ciudad sin apearme de mi auto automático. Renunciaría de por vida a los largos paseos a cualquier hora del día para que no me tomaran por una vieja excéntrica, reduciría mi vida social a las reuniones dentro de la vivienda propia o ajena y en un par de años como máximo, me convertiría en una matrona a lo largo y a lo ancho de mi personalidad.

Pienso entonces que no nos mantenemos incólumes a la influencia del entorno, al alcance de otra cultura, que el aire que se respira es el que alimenta el espíritu también y que el cambio se produce con voluntad o sin ella por parte del individuo. Aquellas personas que llevan años viviendo lejos de sus raíces difícilmente podrán encontrar el camino de vuelta a sí mismos si alguna vez deciden retomarlo. Cambio o evolución. O incluso involución según las coordenadas. El ser humano ha tenido que tragar con carros y carretas para sobrevivir. Hoy en día sigue ocurriendo lo mismo, los mamuts acechan fuera de la cueva.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


abril 2016
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930