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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Dónde están los valores cívicos?

Nunca me hubiera imaginado que a estas alturas de la película tuviera que hablar de los valores cívicos y morales como si estuviera intentando “vender la moto” de algo novedoso, inusual y extraño. Pero la cosa no es para menos a poco que observemos a nuestro alrededor la ciudad, sus gentes y su comportamiento.

Que conste que no soy una ciudadana modelo porque Doña Perfecta se murió hace mucho tiempo de aburrimiento, pero hay comportamientos que deberían ser “automáticos” y se quedan bloqueados en un complejo mecanismo de ausencia de valores cívicos y morales.

La mayoría de los valores que los humanos poseemos vienen transmitidos de padres a hijos, es decir, por educación y observación del entorno familiar. Ya desde niños nos enseñaron a comportarnos de una manera determinada y a partir de ahí fuimos desarrollando nuestra “peculiar” manera de hacer las cosas, aceptando el modelo transmitido o cambiándolo a nuestra necesidad o diferente criterio. Es obvio que no todos hemos recibido la misma educación, ni nos hemos desarrollado en el mismo ambiente familiar, pero más o menos, pienso que todos hemos tenido una madre, un padre, unos abuelos que, juntos o por separado, nos han transmitido unas normas sociales de convivencia y comportamiento que nos han servido de faro para toda la vida.

Mucho prolegómeno tengo que poner para un tema sencillo donde los haya, pero no quisiera dejar al albur interpretaciones peregrinas a lo que quiero decir.

Valores cívicos y valores ético-morales. No voy a hacer una lista (que sería larguísima), pero destaco los más sencillos, los más elementales (en mi opinión):

– Justicia, Confianza, Gratitud, Humanidad, Esperanza, Piedad, Moderación, Respeto, Valor, Honestidad, Lealtad, Discreción.

Daría el tema para polemizar sin cuento ni freno, pero se me ocurre centrarlo en lo más básico acotándolo con la siguiente frase que todos entendemos: “Lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás”. Elemental, ¿no?

Quiero mi hogar limpio y agradable, ergo así tengo que hacer para que mi ciudad también lo esté. Si no tiro papeles en el suelo de mi casa ¿por qué los tengo que tirar en la calle? ¿Escupo acaso en las baldosas de la cocina? ¿Tiro las colillas sobre la alfombra? ¿Orino en el balcón contra la pared? ¿Dejo que mi perro defeque en el rincón de detrás de la televisión? ¿Le cambio los pañales al bebé encima de la mesa cuando todos están a ella sentados? ¿Permito que los niños pequeños de la familia griten, corran, salten y molesten a la familia cuando estamos comiendo? ¿Acaso no ayudo a mis padres ancianos en sus debilidades propias de la edad? ¿Les falto al respeto y les ofendo con mis actitudes?

La lista de preguntas es larga y supongo que todas tendrían la misma respuesta: NO. Entonces… ¿por qué lo que NO hago en mi casa SÍ lo hago en la calle, cuando me relaciono con otros seres humanos?

¿Ya nadie enseña a los chavales a sentarse en un banco en el asiento en vez de en el respaldo? ¿Por qué el parque después de la hora de la merienda aparece lleno de porquería? ¿Es necesario poner los pies en el asiento de enfrente en el autobús para que no pueda sentarse nadie más? ¿Hay que pasar por delante de los demás cuando hay una cola con manifiesto desprecio? ¿Es correcto cruzar un semáforo en rojo como riéndose de los “bobos” que esperan a que se ponga verde? ¿Es de recibo ir al estadio de Anoeta y dejar su entorno lleno de desechos los días de partido? ¿Qué cara hay que tener para dejar en mitad de la acera los excrementos del perro para ver si los pisa el que viene detrás?

Demasiados ejemplos para tan poca educación como vemos en la calle todos los días. Y yo ya no puedo hacer nada porque el tiempo de educar a mis hijas ya terminó y ahora hay que esperar a que llegue la siguiente generación para seguir con un trabajo arduo, importante, vital y necesario.

¿Es posible un giro de timón todavía? Si tenemos que ocuparnos de algo tan elemental… ¿Cómo afrontaremos los auténticos problemas de la humanidad?

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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