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Cecilia Casado

A partir de los 50

Crecimiento personal. “Tiempo para reflexionar”

 

Compartía ayer mismo una cervecita vespertina con un hombre al que me estaba costando explicarle mi afán –como apostillaba él- por buscarle tres pies al gato allá donde yo tan sólo quería hacer una pequeña y sencilla reflexión. Le sorprendía que hubiera “tantas personas” empeñadas en buscarle sentido hasta al hecho de atarse los cordones cuando se han quedado sueltos; le sorprendía y le parecía una pérdida de tiempo romperse la cabeza intentando saber los porqués, los cómos y los paraqués, de las acciones humanas o de los designios divinos. Le da todo igual –y bien que lo remachaba- y tan sólo pretende que le dejen en paz: “vive y deja vivir”, esa es su filosofía.

Ya le avisé que “todo lo que digas podrá ser utilizado en tu contra” y que seguramente lo incluiría en este blog como motivo y tema de discusión. Se encogió de hombros y me dijo, a la vez que le hacía una seña al camarero para que trajera otra ronda, que mientras no pusiera su nombre le daba exactamente igual cómo utilizara sus palabras y sus ideas.

No voy a entrar aquí a cuestionar si me parece bien o mal la forma en que encara su vida –eso es cosa suya absolutamente- sino a explicar más extensamente lo que parece ser que no fui capaz de hacer con las cervezas de por medio.

Todo ser humano pensante sabe dónde le aprieta el zapato; lo sabe y punto. Otra cosa es que no quiera encarar la situación por lo de siempre: el miedo. El miedo a salir de la zona de confort, el miedo a verse como realmente se es y no gustarse, el miedo a perder a quien nos ve como no somos en realidad, el miedo, siempre el miedo…

También yo tengo miedo –faltaría más- pero me “ponen” los retos y de esa forma me digo a mí misma que vale la pena –que me vale la pena- quitarme el esparadrapo que llevo en algún lado desde hace tiempo y ver si lo que hay debajo está sanado o se ha podrido del todo. O a medio camino entre una cosa y otra.

Tengo que reflexionar, no me queda otra, para darme cuenta de por qué algunas cosas me siguen saliendo tan rematadamente mal o cuáles son los motivos que me despiertan la ansiedad incluso cuando creo que lo tengo todo controlado. Tengo que reflexionar sobre mis pequeñas miserias y saber por qué las sigo alimentando, no puedo dejar de cuestionarme si la vida que llevo –la vida que he elegido llevar utilizando mis circunstancias para mi propio beneficio, como todo el mundo, dicho sea de paso- es la vida que merezco llevar o si, por el contrario, podría obtener mucho más, más paz, más satisfacción, más sensación de estar a gusto conmigo misma.

Y cuando lo hago –le decía a mi colega cervecero- me siento “humana”, es decir, “pensante” y menos títere descerebrado como –le miré a los ojos- tantos y tantos que no quieren utilizar la herramienta que la naturaleza ha regalado a los humanos. –“A algunos” –apostilló, irónico.

Me preguntó si me sentía más feliz por reflexionar sobre “lo divino y lo humano” más allá de lo puramente social y convencional a lo que le respondí –con gesto socarrón- que de dónde se había sacado él que a mí me interesara el concepto “felicidad”…

-Touché! El creía que yo reflexionaba para ser feliz puesto que él no lo hacía, precisamente ¡para no sentirse infeliz…! Y cuando nos despedimos sé que se fue rumiando, rumiando…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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