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Cecilia Casado

A partir de los 50

Amigos, colegas y conocidos

 

Hace poco me descubrí sonriendo cuando una de mis hijas aludió al poco efecto que debería producir la soledad en mi vida puesto que tengo “muchos amigos”. Al momento sentí satisfacción, como si me hubieran lanzado un piropo o colocado una medalla; luego me di cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Y me explico.

Eso de decir “tengo muchos amigos” se puede convertir –como no se tenga cuidado- en un acto de soberbia o vanidad, ya que una cosa es lo que nosotros creemos y otra muy distinta cómo se ve esa misma cuestión desde “el otro lado”. Así que me puse a dilucidar no quién ocupa un lugar en mi corazón porque así lo he decidido yo sino en qué casos ocupo yo un lugar en el corazón de otras personas porque lo han decidido ellas…

Como no voy a barrer para casa –el autoengaño no me sirve ya- he intentado utilizar un método de cribado lo más objetivo e imparcial posible. (Todo lo objetiva e imparcial que consigo ser  en un día tranquilo y de relativa lucidez emocional y mental). El método consiste en ir pasando lista “una a una” de las personas que considero mis amigas y ver REALMENTE cómo es la relación entre ambos.

¿Cada cuánto tiempo tengo noticias de mis amigos? Ahí me pelearé con quien dice que no importa si no sabes nada de un amigo durante meses o años porque la amistad “sigue ahí”. ¡Pues no! Nuestra vida cotidiana está llena de pequeñas incidencias y circunstancias que la van conformando sobre la marcha y tan sólo un amigo que sepa de esas vicisitudes, de un eventual descalabro emocional, de la alegría por las pequeñas cosas o del quiebro de los sentimientos, puede ser considerado como tal con todos los honores, a mi entender. A mí no me sirve creer que tengo –es un ejemplo- una “amiga íntima” con la que no es posible coincidir en meses por otros intereses de agenda, aunque de vez en cuando, por guardar las formas del cariño, nos llamemos por teléfono con el manido: “hola qué tal va todo, bien y tú”. No vale, no cuela. Otra cosa son los amigos que están lejos geográficamente; ahí tampoco hay disculpa gracias a las tecnologías actuales.

Mi reflexión va en el sentido reversible del asunto, no se trata únicamente de cuánto quiero yo a mis amigos sino de cuánto me quieren ellos a mí: y a los hechos me remito, ahí no hay trampa ni cartón cuando se trata de ver quién llama para compartir planes, quién cuenta conmigo para hacerme partícipe de sus cuitas, quién se interesa por la salud de un familiar ingresado, quién quiere estar conmigo porque le intereso como persona.

Entonces los “amigos” empiezan a bailar en las listas de las diversas posibilidades y algunos se desplazan por derecho propio a la de “colegas” –porque nos une algún interés común- o a la más abarrotada y poco enjundiosa de los “conocidos”. Puedes pasar una jornada entera con los colegas, una comida, una excursión cultural y volver a casa con la sensación de que te lo has pasado bien…y poco más. Y si el tiempo compartido es con los conocidos la sensación es más superficial, incluso puedes llegar a pensar que podías haberte quedado en casita tan ricamente en vez de andar de pintxo pote compartiendo conversaciones anodinas y faltas de interés.

Pienso y pienso en cómo me verán ellos a mí, que también tendrán su propio “baremo” en el que me habrán incluido en una u otra lista, pero como no tengo una varita mágica para leer la mente ajena (afortunadamente) me quedo con los hechos prácticos: no me llamas ergo te intereso poco. Y así vamos dejando las cosas claras de una vez por todas.

Todos somos amigos, colegas o conocidos de alguien, así que tan sólo habría que conseguir un equilibrio más o menos aceptable entre lo que somos para los demás y lo que los demás son para nosotros. Parece un juego infantil, pero mucho me temo que no lo es.

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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