“Como cada día le despierta la alarma del teléfono móvil a menos cuarto. Atrás quedó el viejo despertador que, con su tic tac, ha marcado tantas horas durante tantos años. Alarga la mano en la oscuridad y detiene la musiquita; con los ojos medio abiertos desactiva el “modo avión” y se incorpora a la nueva rutina que se ha instalado en su vida desde hace un par de años.
Como un goteo, van cayendo sobre la pantalla del móvil, los mensajes de whatsapp que ha recibido durante el tiempo en que ha dormido. Los abre, los lee y no los contesta. Nunca contesta a esos mensajitos –la mayoría absurdos e indeseados, olvidables- que le envían su hijo, un amigo bastante pelma y el grupo de colegas del trabajo.
Sin despegar la cabeza de la almohada, levanta los brazos y coloca el móvil a la altura de los ojos; la posición es forzada para mantenerla mucho rato, pero ya se va acostumbrando. Lo primero de todo, el Tiempo. A ver si está lloviendo o si va a llover. Y la temperatura, por si hace falta el jersey gordo o basta con la sudadera debajo de la chamarra de todos los días. Después, el Facebook, y una mirada rápida a las mil y un tonterías que han puesto sus “amigos”; es el cumpleaños de una amiga –menos mal que avisa la aplicación- y apunta mentalmente mandar un mensaje de felicitación por whatsapp cuando haya desayunado: fácil, rápido, barato y con eso ya se ha cumplido.
A continuación, y todavía en la cama caliente, echa una mirada a la prensa digital; uno que se ha muerto y copará los telediarios, otra que se divorcia y los de siempre tirándose los trastos a la cabeza. Los titulares de atentados fanáticos y los desastres naturales se los salta. También los de mujeres asesinadas y niños encontrados en la basura. A ver qué dicen del partido de ayer; o del de mañana. Hay que ponerse al día. La llamita del Tinder le indica que hay varios mensajes, a ver si hay suerte o es lo de siempre, avisos por si picas con unas mujeres que es imposible que sean de verdad, a veces le han salido hasta fotos de actrices que él conoce de verlas en la tele, bueno en Sálvame o así, ahí hay truco y no piensa quedar con ninguna, pero está divertido ver los cuerpazos y las tonterías que dicen. Meetic es el rollo de siempre, pero le echa también un vistazo.
Ya son las siete y diez, como siempre con prisas. Se levanta y va –por fin- al baño. Se mira en el espejo: no tiene demasiado mal aspecto así que decide saltarse el afeitado. La ducha, cuando vuelva de trabajar, que le sienta mejor. Se viste apresuradamente con casi la misma ropa de ayer. Un café recalentado y a correr otra vez. A ver: el móvil, las llaves del coche, la cartera. Los guantes, el gorro, que hace frío.
En el ascensor, vuelve a echar un vistazo rápido a la prensa en la pantallita del móvil. Van cayendo comentarios, noticias, muchísima publicidad que salta y hay que borrar. Mientras se acerca al coche, da un último vistazo al Facebook: hay catorce fotos nuevas de un colega que se empeña en relatar sus viajes en directo, siempre dando envidia, será capullo…
Otra vez la cola de la rotonda, a ver si acaban el desvío de una vez –entran ya los mensajes de whatsapp como peces en la red- se ríe o se sonríe y añade unos cuantos emojis aquí y allá. La app “salud” le chiva que ayer caminó 24.000 pasos –un poco menos de doce kilómetros entre ir y venir por los almacenes y subir escaleras para entregar paquetes-; lo de las calorías ingeridas y consumidas lo va a quitar, es un rollo que no sirve para nada.
En el aparcamiento de la empresa tiene todavía un par de minutos para echar un vistazo a las esquelas, a ver si se ha muerto alguien conocido y no se va a enterar. Le quedan tres minutos para fichar y llegar a la máquina del café, el segundo del día, luego caerá otro en el bar, éste con leche, para empujar el bocadillo de tortilla de media mañana, entre entrega y entrega.
La mañana pasa rápida, se le pasa rápida con los whatsapps de los colegas, hay que ver qué poco curra la gente, todo el día pendiente del dichoso móvil, pero mejor así que en una oficina con la mirada del jefe en la nuca todo el día…”
En fin.
LaAlquimista
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