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Cecilia Casado

A partir de los 50

Navidades sin quejas

 

 

Este año he decidido evitar el típico post hablando de los tópicos navideños; que si cuñados pelmazos y broncas en la mesa con el morro caliente, que si paz para todos mientras te clavo el cuchillo de trinchar el pavo. Este año no voy a hablar de comidas pantagruélicas llenas de grasa industrial ni de langostinos ahogados en ácido bórico; ni tan siquiera voy a hacer chistes sobre las presuntas familias inmortalizando su estulticia con un  mannenquin challenge.

Este año (me) toca pasar por el espectro navideño de puntillas y con la sonrisa puesta, sin demasiadas alharacas y sin mirar ni criticar lo que hace el personal con su paga extra y sus “agujeros negros” del alma.

En realidad esto me ocurre porque soy agnóstica tirando a atea –todavía no acabo de decidirme- y el tema religioso me saca urticaria cada vez que he hecho alguna incursión en su laberinto –con o sin fauno. He intentando ser coherente en esto los últimos treinta y cinco años. (Antes estuve sometida a la férula social/familiar/religiosa que imperaba en mi entorno). Como digo, apostaté sin pedirle permiso a mi madre –que estudió Teología-, no bauticé a mis hijas y seguí viviendo tranquilamente sin que me salieran cuernos ni rabo.

Pero cuando llega el solsticio de invierno…ay, cuánta presión social, cuánto empeño en volverme al redil, a comulgar con ruedas de molino, a uncirme de nuevo al yugo para no dar la nota, no traumatizar a mis hijas ni enfrentarme a cara de perro con el resto de mi familia de origen.

Así que seguí –a trancas y barrancas- organizando “cenitas y comiditas”; primero por hacer feliz a mis padres, luego por darle gusto a mi madre y ahora mismo por no quedarme sola, aislada socialmente en un entorno donde absolutamente todas las personas que conozco estarán con sus familias –aunque se saquen los ojos (o no) después de la segunda botella de cava.

Así que he decidido no quejarme de nada de lo que yo misma voy a hacer. Me voy a unir a la fiesta sin pensármelo demasiado y sin hacer de ello un “trabajo de Hércules”. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, disfrutaré de la compañía de mi hija “la alemana” y su esposo, recargaremos las pilas afectivas desbordando el río de los besos, abrazos, caricias, mimos y gestos emotivos. Nos diremos que nos queremos como si fuera Abril.

Pero, haga lo que haga, ocurriendo lo que tenga que ocurrir, prometo firmemente –sin cruzar los dedos- no quejarme de nada…de lo que yo misma sea partícipe y responsable.

Así que ya está dicho: paso olímpicamente de sumarme al corifeo de quejas navideñas contra el exceso de comida –que todos ponen en su mesa-, me voy a alejar de sobremesas largas como cien noches sin amor, no me van a pillar en disputas familiares por viejas rencillas y renovados rencores ni bostezaré harta de jugar a las cartas y de comer y tragar trozos de dulce industrial untados en chupitos de hierbas. Gastaré cero euros en almax y similares, menos todavía en resacas estomagantes y los regalitos que nos hagamos quienes vamos a compartir tan sólo una noche de sábado festejando que estamos juntos los que nos queremos y porque queremos irán envueltos en papel de regalo invisible pero con lazos de abrazos muy sentidos.

Todo está en orden y va a seguir estándolo, porque no hay nada mejor –al menos para mí y el entorno en el que respiro mi aire- que escribir el guión de la propia “navidad” adecuándolo a los propios deseos y dejando fuera –pero de verdad- los deseos de los demás que, a fin de cuentas, no son más que imposiciones que, con el cuento de las fechas especiales, se quieren imponer por encima de la voluntad libre de las personas.

Así que voy a cerrar mis oídos a las quejas recurrentes de estas fiestas, no voy a abrir –ni mucho menos compartir- videos chistosos ni chorradas de papasnoeles y derivados burlándose de, precisamente, lo que todos hacen. El ser humano dice que hay que tener sentido del humor y ser capaz de reirse de uno mismo para ocultar la incoherencia y la falta de voluntad en respetarse y dejarse llevar por la inercia de la masa y las contradicciones individuales… y yo…no le veo la gracia.

Al que se queje… garrotazo. O un buen zasca en mitad de las neuronas que duele más.

En fin.

LaAlquimista

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


diciembre 2016
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