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Cecilia Casado

A partir de los 50

Inocentadas descomunales

 

 

Reconozco que mi sentido del humor es el justito; vamos, que puedo mosquearme malamente si me hacen una broma de la que sólo se ríen los demás y yo no le veo maldita la gracia. Pero también es cierto que a veces es sana la carcajada inocente, la risa honesta y bien atemperada. Luego están las “inocentadas” en las que siempre hay uno que se burla de otro porque es más ingenuo, menos mal pensado o, casi siempre, más confiado.

No recuerdo haberle gastado –en tal día como hoy ni en ninguna esquina del calendario- una “inocentada” a nadie. Sin embargo, a mi me han perpetrado unas cuantas y también he sabido de otras que han padecido los demás. A ver si me acuerdo de algunas.

La mejor “inocentada” que he padecido fue cuando mi pareja -de entonces- me propuso un fin de semana romántico y me encargó que hiciera yo las maletas. Luego se retrasó varias horas –no existían los móviles- y apareció tardísimo diciéndome que todo era una broma. Cuando le monté una bronca de padre y muy señor mío, sentenció que “yo no tenía sentido del humor”. Un día cambié la cerradura de mi casa y me reí bien a gusto, qué le vamos a hacer…

Recuerdo la vez que mi padre –feliz abuelo primerizo- le embromó a mi hija con tres o cuatro años diciéndole que, para comer, había “lentejas de primero y lentejas de segundo”. Cuando la niña atacó su segundo plato de legumbres, él, muerto de risa, le dijo que era una inocentada y ella, angelico mío, le contestó que de eso nada, que esperaba que él también se comiese otro plato de lentejas en vez del filete…

También recuerdo a la amiga que un 28 de Diciembre recibió una “caja roja” supuestamente llena de dulces bombones y que contenía, bien ordenaditos, varios insectos (muertos) en los huequecillos destinados al chocolate. Ante su cara de estupefacción, le sonrieron y ofrecieron otra caja de igual tamaño donde se suponía estarían escondidos los bombones, pero…¡no! También tenía varios bichitos cadavéricos. ¡Qué risas, oyes, una pasada! Y bueno –dijo ella- ¿dónde narices están los chocolates? -¡Aquí, aquí! –se retorcía de la risa el chistoso de su marido señalándose la barriga… Y ella, pues, sin sentido del humor ninguno rompió a llorar por lo que consideró una broma de pésimo gusto y peor intención. Le dí la razón.

Si es que quienes gustan de hacer inocentadas deberían gastárselas a sí mismos, ya que tanta gracia les hacen, es decir, que tendrían la risa y el jolgorio asegurado a base de las carcajadas de la propia decepción, salpimentadas con los “inocente, inocente!” expresados a la imagen con cara de poker del espejo… Pero parece que no puede ser así, que hace falta que alguien “llore” para que otros rían, que la broma no tiene gracia si no va acompañada de mofa y befa hacia otro ser humano al que se le deja con el culo al aire.

También hay realidades que parecen inocentadas, de tan absurdas, abusivas, bestiales que son. Casi siempre las dan fuera de fecha, evitando el 28 de Diciembre para que no les saquen cantares. Suelen ser acuerdos de Gobierno, aprobación de Leyes, subidas de Tasas e Impuestos, recortes en prestaciones sociales o, más insidiosamente, no renovación de Contratos de Trabajo que habían abierto una puerta a la esperanza (y a la nevera llena) de quienes más lo necesitan.

No sé porqué no me levanto el 28 de Diciembre dando saltos de alegría o de especial buen humor. La costumbre es mirar la prensa a ver cómo “nos la intentan meter”, pero me suele costar bastante dilucidar qué noticia –aunque esperpéntica- es auténtica y cuál  -también disparatada- es producto de la imaginación del gracioso de turno.

Ya digo, será que cada vez tengo menos sentido del humor, pero no renuncio a aceptar una buena inocentada…siempre que tenga un  final feliz del que yo también pueda disfrutar…y reir.

En fin.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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