Reflexión del lunes. "El ruido, las prisas, la infelicidad" | A partir de los 50 >

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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reflexión del lunes. “El ruido, las prisas, la infelicidad”

 

Soy muy consciente del privilegio que supone vivir en una ciudad pequeña en cuanto a la cantidad de las molestias del tráfico y el nivel de ruido que conlleva la vida “civilizada”. Pero hay días en los que tengo la impresión de que he sido abducida a una horrenda megalopólis.

De repente, un día cualquiera al mediodía, todo es ruido y bocinazos en la calle. Hay ambulancias que atruenan el ambiente, que empujan a los coches a saltarse semáforos para dejarles paso –con presunta mucha razón, claro está-, y los conductores, presionados, con la adrenalina a tope, comienzan también a tocar el claxon, como en un infernal concierto que nadie ha previsto y se bajan las ventanillas y salen brazos insultantes, se escuchan voces vociferantes, -insultos también-, los rostros se deforman en muecas repugnantes y maleducadas; todo es un caos en un instante, se ha roto la poca armonía que quedaba…

Entonces la gente se pone nerviosa, pierde los papeles –lo he visto con mis propios ojos y escuchado con mis personales oídos; “imbécil, subnormal” (y le mentan la madre, le envían a que le sodomicen) y si es mujer “mujer tenías que ser, inútil, atontada” (y le dicen de todo menos guapa, a la altura del barro la honra y la decencia ajena). Nada del otro mundo, me temo.

Lo peor de todo –y lo digo con sinceridad- es que quienes así se comportan (¿lo he hecho yo alguna vez..?) están absolutamente convencidos de que tienen derecho a perder los papeles -y la poca educación que les queda- porque, vamos a ver…¡la culpa es de los demás…!

Igual llegan luego a sus casas –ahí ya ni les veo ni me los quiero imaginar- y siguen pegando gritos, calentitos como van, como patatas recién sacadas de la freidora, y dan bufidos a la parienta o a su madre o, pobrecitos, a sus hijos pequeños que verán una especie de “padre/monstruo” en ese señor que entra por la puerta acarreando el ruido, las prisas y su propia infelicidad.

(Vale, ya la he vuelto a liar, he puesto de ejemplo a un hombre y no a una mujer, me van a sacar punta al post, pero es que la realidad es la que es y, salvo pocas excepciones, la conducta colérica, enfadada, gritona y agresiva al conducir es patrimonio del macho de la especie.)

El ruido y las prisas siempre me han parecido la antesala de la infelicidad. O por no ponerlo como opuesto al concepto de “felicidad” –que vaya usted a saber qué entiende cada uno por ello-, sí que me parecen, el ruido y las prisas, una característica muy del ser humano de nuestro tiempo. Y como nos vamos acostumbrando ya nos va pareciendo de lo más normal. Por habitual lo incorporamos al decorado de nuestra cotidianeidad y vamos, poco a poco, quedándonos más sordos, más indiferentes ante estas agresiones.

Desde que vivo sola –hace ya dos años exactos- me he dado cuenta de que estoy mucho más tranquila, más silenciosa, menos infeliz. No quiere esto decir que mi hija pequeña, mi última compañera, fuera una gritona dominada por los nervios, en absoluto, más dulce que la miel ella es, sino que tan sólo tengo que cargar con mis propios incordios y como no los puedo volcar sobre nadie, no me queda más remedio que gestionarlos por mí misma y…solucionarlos.

Que me he quedado sin público, vamos. Y cuando no tenemos nadie con quien pagar nuestras debilidades…igual es el momento de reflexionar y empezar a volverlas un poquito más fuertes, menos ruidosas, más desaceleradas y que todo el conjunto nos lleve, piano piano, lejos de los bocinazos de la infelicidad social y urbana.

En fin. Reflexionando, que es gerundio…

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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