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Cecilia Casado

A partir de los 50

JABATAS

 

Así, en femenino y con mayúsculas. Así las llamo yo, “Jabatas”, para dejar bien claro que son fuertes, inmensas, generosas, auténticas, totales. Sin fisuras ni puntos débiles. Aunque, a veces, al final de su gesta, paguen un precio que no está escrito.

Son las bravas mujeres que cargan sobre sus hombros los “trabajos de Hércules” de hacer frente a una situación traumática o desestabilizadora de su entorno o de su familia.

Son esas mujeres que nunca saldrán en los suplementos dominicales de los periódicos vestidas y peinadas por firmas de marca. Hablo de las mujeres anónimas –como es el 90% de la población femenina- que viven siendo las “vigas maestras” de los edificios que han ayudado a construir aunque los “planos” hayan sido diseñados con mayor o menor fortuna.

Y, sí, son jabatas auténticas, no dejo de admirarme. Allá donde golpea la mala suerte, el infortunio, la enfermedad o el dolor, allá vamos a encontrar a una mujer que detiene los golpes haciendo de escudo, que da ánimos donde las fuerzas flaquean, que no pierde la esperanza y aunque la pierda lo disimula, que, todo hay que decirlo, encara las situaciones con una entereza de otro calibre que la del hombre.

Son esas mujeres que no solamente trabajan un montón de horas para arrimar el hombro al bien común, sino que además, en sus “ratos libres” escuchan a quien le cuenta sus cuitas olvidando las propias y tienen una caricia siempre a punto para consolar a quien la necesita –aunque a ellas, por ser tan “fuertes”, se considera que no hace falta dárselas. Mujeres que sonríen aunque tengan resquebrajada el alma, que sonríen para que quien está a su lado sienta que por las rendijas se filtrará la luz; mujeres que le quitan hierro al drama cotidiano y cantan aunque sea en voz bajita para recordar y recordarse que no todo está perdido, que hay que seguir luchando. Mujeres que nunca tiran la toalla, que mueren con las botas puestas, que son fuertes hasta el final.

Esas hembras inconmensurables que ayudan a superar el naufragio que la vida ofrece al hombre, a los hijos a sentirse seguros en la debilidad de la inmadurez, a los amigos que han pedido ayuda y que han encontrado la mano tendida y los brazos abiertos. Mujeres sin perfil de Facebook ni fotos en Instagram porque no tienen tiempo para las tonterías de la vanidad.

Mis jabatas favoritas, las que llenan tuppers con lentejas para ayudar a los hijos, las que invitan a su casa a quien está demasiado solo y no sabe a dónde ir los domingos de invierno. Las chicas jóvenes que ayudan a sus amigas, las recién casadas que todo lo quieren hacer bien para que el amor sea algo más que una tarjeta por San Valentín, las que limpian lo que los demás ensucian, las que callan para que otros hablen, las que velan el sueño de quien tiene fiebre, las que insisten una y otra vez en volver a intentar aquello que ha salido mal, las que rebuscan sonrisas cuando todo son penas, las que acompañan al enfermo al médico y sujetan la mano de quien desfallece. Las que dicen “tenemos que hablar” antes de lanzarse en brazos de otra opción más cómoda, las que saben esperar porque saben que al final todo llega, que los círculos se completan.

Mujeres, casi todas las mujeres. El sexo débil. Mis Jabatas.

En fin.

LaAlquimista

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Por si alguien desea contactar:

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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