Uno de los regalos que nos hace la jubilación a quienes amamos los viajes es la posibilidad de visitar sitios nuevos o re-disfrutar los conocidos librándonos de la cruz llamada “temporada alta”. Recuerdo los tiempos en que, ya desde el 1 de Enero, miraba el calendario laboral y el gregoriano, haciendo cábalas de cómo sumar días de puente o fiestas a las vacaciones en un intento, no siempre conseguido, de estirar los días de asueto y exclamar –como si hubiera conseguido un logro para la humanidad-: “¡con tres días me cojo dos semanas!”. Pocas miras que tenía una…
Con los años vividos y un poco de esfuerzo creo que he podido conseguir no frustrarme, ni desesperarme por que llegue la Semana Santa y contemplar la perspectiva de quedarme en casita tan ricamente. Veré –veremos unos cuantos- cómo la desbandada habitual de las fechas ataca a familiares, amigos, colegas y conocidos vaciando en unas horas la ciudad que, en un paso de baile perfectamente coordinado, se volverá a llenar de foráneos desbordando la capacidad de calles, paseos, parques y lugares comunes pretendiendo al unísono sacarse selfies con el “marco incomparable” como fondo.
Sin embargo, los viajeros apartados del mercado laboral o que conserven los famosos dos dedos de frente aprovecharán esos días vacacionales ajenos para –como hormiguitas (o cigarras) clandestinas- preparar la maleta y emprender el vuelo en cuanto el resto de los mortales viajeros esté deshaciendo las suyas. Practicando el más que inteligente: “cuando tú vuelves, yo voy”.
Se juega con ventaja, lo reconozco. Porque pagar la mitad por disfrutar el doble (o casi), es un auténtico privilegio si se valoran los lugares vacíos de hordas y se conserva la capacidad de admirar cualquier perspectiva de postal sin más compañía que el decorado que le pertenece. Las escaleras de subida al Sacré Coeur después de Semana Santa, el Trastevere a finales de Abril o el Puente Carlos tan sólo con estatuas de piedra… un lujo al alcance de quienes priman calidad sobre cantidad.
Este va a ser mi primer año de jubilada-jubilada (es decir, como pensionista) y me han aconsejado que me apunte a las listas del Imserso para viajar por poco dinero. Me hace gracia cuando dicen que “sale más barato que quedarse en casa”, no sé, me parece un poco exagerado, pero bueno, igual es que quienes lo propugnan son eméritos en general que disponen de un presupuesto particular con mucho premio añadido por los méritos realizados. Tengo ciertas dudas de si me apetece compartir avión y comedor de hotel con parejas de jubilados que van de excursión juntos todos los años como en los viejos tiempos en el autobús del colegio. También es cierto que –me han dicho- se puede aprovechar la oferta barata de ir al Mediterráneo cuando el agua está congelada, alojarse en un bonito hotel de tres estrellas –aislado in the middle of nowhere– en pensión completa y luego irse por libre a pasear por el desierto paseo marítimo y contemplar los esqueletos de los chiringuitos de playa varados en la arena. Es una posibilidad nada desdeñable, desde luego…
De momento me he tomado el trabajo de comparar el costo de un viaje de una semana a una capital europea a la que le tengo ganas en una agencia y por mi cuenta. Un viaje organizado alrededor de las fechas festivas de la Semana Santa y la de Pascua, saliendo desde Madrid y con suplemento por habitación individual, fue presupuestado por la nada inestimable cantidad de más de 1.500€. –“Y date prisa quequedan poquísimas plazas”. Así que “por mi cuenta” he comprado por Internet unos billetes baratos directos desde Bilbao a mi lugar deseado de destino. He alquilado –también por Internet- un bonito apartamento en el centro de dicha ciudad –con descuento especial por una semana en temporada baja- e inauguraré “el resto de mi vida” con la alegría que me caracteriza (cuando no estoy de bajón) y el optimismo necesario para viajar con maleta pequeña sin miedo ni temor alguno a “enfrentarme al mundo” como mujer que viaja sola.
Que ésa es otra y no la menor. Porque no he encontrado amigas o amigos “disponibles” para viajar “fuera de fechas” –ya que trabajan y no están dispuestos a gastar sus vacaciones si no es sumándolas a los días festivos oficiales-; porque no tengo pareja que llevarme a la boca –es un decir- y si estoy esperando a encontrar compañía para mis viajes igual resulta que me llega la vejez en la espera y el intento. Así que prefiero vivir el presente (“presente” significa “regalo”), con las herramientas a mi alcance y disfrutar de mi jubilación viajera todo lo que pueda antes de que venga “Paco con la rebaja”. Ahora me toca ser “jubilada viajera” antes de que la vida y los años me conviertan en “viajera jubilada”.
Ya iré contando, que el blog me da “vidilla” allá donde vaya. De momento, la Semana Santa la pasaré en casita y bien tranquila. Aunque supongo que “jugaré” algún día a mezclarme con los visitantes y hacer de “turista en mi tierra” que es algo de lo más barato y divertido que se puede hacer sin salir fuera.
Señalo, por si alguien se queda con las ganas de saberlo, que el costo fuera de fechas se ha visto reducido a más de la tercera parte que el presupuestado originalmente. Y eso lo sabemos todos, el precio que tiene viajar en “temporada alta”, aunque nos quejemos mientras se apoquina…
En fin.
LaAlquimista
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