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Cecilia Casado

A partir de los 50

“Yo también”

 
El escándalo sobre los abusos sexuales destapados que viene de la meca del cine estas últimas semanas, me obliga a no dejar escapar la oportunidad para contar lo que he vivido en primera como –me temo- muchísimas mujeres de mi edad y mi entorno. No se trata de que de repente me dé el cuarto de hora morboso y recuerde “cosas” que van a ser leídas con más interés –o fruición- que en otro momento; se trata de que el “yo también” que levanta ampollas en las redes sociales tenga todos los granitos de arena de los que está compuesta la montaña maldita de los abusos de los depredadores sexuales hacia sus víctimas. Como bien dejó expresado Rosa Montero en su último artículo, “lo hacían porque podían”. http://elpaissemanal.elpais.com/columna/rosa-montero-porque-pueden/
Y es que así ha sido siempre, para qué vamos a engañarnos. La última agresión sexista que he padecido, fue verbal y ocurrió hace no demasiado tiempo en un semáforo frente al que esperaba la luz verde para cruzar la calle. Un señor mayor, y cuando digo mayor, digo casi un anciano, se me puso al lado y me dijo: -“¡Vaya pelo tan bonito que tienes!” Yo, educada, le contesté: “gracias”. Pero el “buen hombre” siguió hablando y me dijo: -“¿Ahí abajo lo tienes también tan bonito?”.
Mi reacción instintiva –la que me vino de la amígdala- fue llamarle subnormal o viejo asqueroso directamente, pero en un nanosegundo nefasto se impuso sobre mi cerebro reptiliano toda la mierda de educación recibida y… no le dije nada. Porque me daba pena, porque era un abuelete, porque le podía haber dado un sordabirón y haberlo tirado al suelo, porque…PORQUE PUEDEN. Y lo saben.
Esta anécdota ha hecho reir a mis amigos e indignarse a mis amigas, ahí está la cuestión, la diferencia, ese “poder” que tiene el macho para hacer, decir, lo que le venga en gana sin filtro alguno y que la “manada” le ría las gracias.
Nunca olvidaré con doce años que volvía yo a casa a mediodía del colegio y un chico joven, de unos veinte, que venía de frente por la avenida transitada, al pasar, alargó la mano y me dio un pellizco en el sexo. Me quedé pasmada, atónita, no supe qué hacer aparte de echarme a llorar, mientras él se alejaba tan campante orgulloso probablemente de la “hazaña” realizada. Cuando se lo conté a mi madre creo recordar que su actitud fue recriminatoria hacia mi persona; no sé qué me dijo exactamente, pero fuel algo así como: “eso pasa a todas las chicas”.
Entre aquel joven de mano larga y el vejete de lengua más larga aún ha transcurrido mi vida como mujer siempre enfrentada a los hombres que hacían de su capa un sayo creyendo que yo – y mis amigas, y todas las de la misma generación- éramos una especie a acosar, acorralar, tumbar y disfrutar. Cuando llegó el momento de protestar poniéndose una minifalda, éramos indecentes por provocar y eso sin olvidar la época aquella en la que muchas mujeres dejamos de usar sujetador por considerarlo opresivo en todos los aspectos y tuvimos que dar cientos de manotazos a quienes se creían con derecho a hablar de lo que imaginaban o a tocar lo que deseaban.
Nunca ha sido fácil ser mujer respetada en un mundo lleno de hombres a los que les basta con que UNO se comporte como un cerdo para que los demás le rían las gracietas o le hagan los coros. Hoy es el día en que todavía muchas mujeres tienen que pagar un “peaje” sexual para poder medrar en lo profesional; y no únicamente en la meca del cine, desgraciadamente.
Tampoco olvido a aquel jefe que me invitó a comer en un día de trabajo y se quedó sorprendido cuando frené sus avances eróticos de una manera contundente. –“Entonces, ¿por qué has aceptado mi invitación si ya sabías …?”, me espetó recuperando su posición jerárquica de sopetón. Ese “ya sabías” estaba en su mente únicamente y, según comprobé más tarde, en la costumbre de depredar a cuanta mujer se le pusiera por delante en el ejercicio de su labor profesional. No quiero ni imaginar lo que hacía “fuera de horas”…
Curiosamente, hoy es el día, en que, cumplidos los sesenta, sigo padeciendo de vez en cuando el intento de acoso sexual de algún “cazador” trasnochado que da por sentado que una mujer sola –sin pareja que la “proteja”- sigue siendo una presa fácil, con ganas de decir que sí aunque con la palabra y los gestos diga que no. Lo peor de todo –y esto es triste- es que cuando he contado ese baboseo de señores que toman gintonics cuando lo que deberían tomar es sopitas, siempre hay algún graciosillo (o graciosilla) que suelta eso de: “¡contenta tenías que estar, a tus años…!” O como aquel otro que, en un pub, estando con mis amigas, me entró a saco y cuando frené sus avances me soltó aquello de: “¡otra feminista!”.
Si es que no avanzamos, ni tan siquiera habiendo saltado ya un par de generaciones desde que nací hasta ahora mismo…
En fin. Que Yo también.
*** Hoy va a quedar “visto para sentencia”  el juicio a “La Manada”.
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com
** Banksy. Street Art. Weston. UK.

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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