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Cecilia Casado

A partir de los 50

Todo es tan inestable…

 

Tuve un novio durante cinco años y cada vez que le preguntaba “¿me querrás mañana?”, me contestaba: “mañana te lo diré”. Obviamente era una broma entre nosotros, una especie de pequeño dislate necesario para recordarnos lo efímero del amor –y de la vida si vamos a eso. Un buen día se me olvidó hacerle la pregunta retórica y él no me lo echó en cara, pero nos fuimos distanciando poco a poco porque nuestras vidas eran paralelas y ya se sabe que esas líneas nunca se juntan. Hoy en día, de vez en cuando nos saludamos desde la vereda de nuestro propio camino y, si tenemos el capricho, nos tomamos un vino juntos.

Todo es tan inestable…

Tuve un trabajo durante treinta y seis años y cuatro meses y cuando aún faltaban diez años para alcanzar mi fecha de obsolescencia programada me encontré haciendo un camino sin retorno hacia las filas del personal desechado (ya que todos somos desechables). En dos bolsas reutilizables cupieron mis soportes de toda una vida laboral: algunas agendas viejas, fotos de comidas de hermandad ¿?, el sacapuntas de bola de nieve, los imanes de los pitufos y los dibujos infantiles que mis hijas me regalaban aunque no fuera el día de la madre, y allí se quedó “mi mesa”, y no dejé más huellas que las digitales en el teléfono o el ratón del ordenador. Todo mi ADN emocional me lo llevé conmigo.

Todo es tan inestable…

Tuve amores y amistades que fueron prioridades del momento en que las vivíamos, sueños compartidos y varias manos tirando del mismo carro ilusionado, proyectos que un buen día pasaron de ser “una opción más” a “una opción sin más” y que quedó abandonado por consunción o aburrimiento de los arrieros. Aunque se intente darle un pretendido halo de poesía al abandono de las ilusiones, éstas se quedaron flotando en el viento junto a los jirones del tiempo compartido.

Todo es tan inestable…

Nada hay que se mantenga sin peligro de cambiar, todo es susceptible de caer o desaparecer de la noche a la mañana. Basta un instante. Tan sólo un instante para que aquello que jurábamos  permanecería en el mismo lugar durante mucho tiempo cambie de estado sólido a líquido –lágrimas, lluvia que convierte la tierra en lodo- y luego a gaseoso –para expandirse indefinidamente- como el aire hueco y vacío de la ausencia.

Quizás cada persona necesite aferrarse a una pequeñísima parcela de inmutabilidad, allí donde florece el amor más intenso, más arraigado, quizás el más puro: el amor elegido, buscado, sembrado, cuidado, protegido y amparado. Eso siento cuando veo a mi hija mayor mirando a su pequeña hija, mi adorada nietecita, y nos coincide la mirada un instante, se nos confunde el reflejo amoroso, el que yo siento por ella y ella siente por su bebé…

Quizás no todo sea tan inestable…

Felices los felices

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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