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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reflexión del lunes. Alicientes.

Atravesamos, no pocas veces, caminos poco transitados por la ilusión y carentes de estímulos que nos hagan fijar la vista fuera de las piedras del suelo, como si bastara con no tropezar con ellas para darle significado a toda una vida. Porque es fatigoso vivir en esa rutina de un día a día sin más horizonte que el merecido descanso al acabar la jornada. Ya sabemos todos de qué hablo.

Por eso doy tanta importancia a los alicientes, esas pequeñas pinceladas de color en el gris cotidiano, esos chispazos de energía que ayudan a despejar la modorra de la rutina que, para qué vamos a engañarnos, conforma el escenario continuo de nuestra puesta en escena vital.

No son pequeños retos –los alicientes- sino un incentivo que puede añadirse a lo habitual y conocido, un atractivo extra para aquello que tiene ya de por sí poco lustre. Esas secretas o ínfimas motivaciones añadidas para añadir un poco de combustible a la locomotora personal cuando pierde la fuerza o el empuje habitual.

Recuerdo mi vida laboral llena de alicientes: el privilegio de trabajar junto a un gran ventanal, con luz natural e incluso vistas agradables compensaba –de alguna manera- la frustración de tener que pelear por el reconocimiento de mi trabajo en un entorno masculino y discriminador. Otro aliciente fue las amistades que labré como consecuencia de mi trabajo con colaboradores externos, proveedores o clientes; trabajar con buena gente era todo un incentivo que no estaba incluido en el sueldo pero que supuso un empuje adicional cuando la moral se me venía abajo.

El aliciente de vivir en libertad sin dar cuentas a nadie me amparó de la depresión cuando comprobé que no estaba hecha para convivir en pareja, con o sin Libro de Familia de por medio. Y siempre fue para mí un gran atractivo educar a mis hijas según mis criterios –seguramente algunas veces equivocados- sin tener que pelear o discutir con un progenitor con ideas opuestas a las mías; de esa forma conseguí no sentirme desgraciada de ninguna manera por tener que sacar adelante un hogar monoparental.

Han pasado todos aquellos lustros de gusto y disgustos, de muchas luchas y menos victorias para dar paso al tramo de la vida en el que parece que tan sólo se puede “vivir de rentas”, sin proyectos, sin retos por cumplir, sin montañas por escalar…y sin alicientes.

Observo entristecida a demasiadas personas que, ya bien pasados los cincuenta, miran la vida con un prisma borroso y deslucido. Quizás porque la juventud se escapó sin remedio, quizás porque con ella se fueron ilusiones, sueños…y alicientes.

Tengo que confesar que a mí también me cuesta a veces proveerme de buenos alicientes para sonreir al espejo cada mañana. Tenía un stock bastante completo que se ha ido vaciando y que no sé cómo ni cuándo voy a poder reponer. Se me ha escapado el aliciente de los paseos por el monte con mi perro o el aliciente de los paseos por el monte con el amigo con quien los daba (ambos enfermos, ambos sin fuerza).

A fuerza de rebuscar en el cajón mental o emocional donde se supone que reposan esos alicientes, he dado un zapatazo algo rabioso y he decidido que “ya vendrán si tienen que venir”. Es decir, DEJAR DE BUSCAR PARA ENCONTRAR.

Uno de Enero de 2018. Una sorpresa llama a mi puerta…y la acojo. Mi vida da un golpe de timón, inflo las velas y dejo que el viento me empuje. Comienzo un nuevo trabajo existencial. Un nuevo aliciente en mi vida para ayudarme a crecer en forma de una persona querida que también necesita nuevos alicientes para su viaje.

Febrero/Marzo de 2018. Haré las maletas para realizar un viaje a India -sola, pero con otras mujeres viajeras-, con algunas paradas turísticas y otras dentro de la ruta del crecimiento personal y rematar con el festival Holi de bienvenida a la primavera. Un aliciente importante y emocionante aunque no sea la primera vez que viajo a ese país lleno de contrastes. (Varias semanas sin ordenador, casi nada)

La primavera ya es ciencia ficción para mí a pesar de que están en fila, esperando, nuevos alicientes vitales que ni siquiera yo misma he buscado, que llaman a la puerta –en forma de oportunidades de crecimiento- y a los que invito a pasar porque sé, soy muy consciente de ello, de que ya y para los restos, voy a ir sembrando mi biografía con todos los alicientes de los que sea capaz. Unos florecerán y otros se quedarán por el camino, pero todos ellos me van a ayudar a respirar mejor este aire de la vida que tantas veces se me torna irrespirable.

Soy consciente y responsable de lo que digo que voy a hacer y en absoluto he de criticar a quienes, estando cansados de vivir o enfermos de la vida, decidan apartar o erradicar cualquier aliciente de su biografía. Estar tranquilo, en paz y descansando de toda una vida de fatiga y esfuerzo también puede ser un gran aliciente.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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