(De egoísmos y otras hierbas)
Eso de ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio es una de las características más habituales en el ser humano, nadie se libra de ello. Criticar al prójimo y atemperar convenientemente la propia actuación es una de las estratagemas más recurrentes y que mejor sabemos poner en práctica para justificarnos. Criticamos a quien nos critica, juzgamos a quien nos juzga, insultamos a quien nos insulta… aunque no siempre amemos a quien nos ama.
Esto viene a cuento de muchas cosas –demasiadas- pero concretamente a una conversación mantenida estos días pasados con un amigo en la que se intentaba dilucidar dónde comienza el egoísmo cuando se exige al otro lo que uno no está dispuesto a dar. Es decir, un suponer, yo viajé el año pasado a pasar las fiestas contigo luego a ti te toca venir este año; y al que “le toca” enarbola una excusa de lo más correcta y se libra de la parte que le corresponde y entonces el otro le dice que es un egoísta y el que se ha escaqueado le tacha de intransigente porque no comprende su situación personal “especial” y así ad nauseam.
Partiendo de ahí están las mil y un variantes de la cosa: el que llama y el que parece que no sabe que el smartphone tiene la opción “teléfono”; el que “siempre” prepara los planes y los demás se limitan a decir si van o no van; quien intenta arreglar las cosas hablando y quien se encierra en sí mismo enfurruñado. El generoso frente al desprendido, el cariñoso frente al “erizo”, el simpático frente al huraño… y nosotros en este lado y los otros en el de enfrente, o viceversa, arrojando proyectiles al otro lado del río en vez de meternos al agua para bañarnos juntos y disfrutar de la vida.
Cuando pienso que alguien es egoísta porque no me da lo que yo espero tengo que preguntarme si realmente el otro puede dar lo que no tiene o no quiere dar porque no le apetece hacerlo. Nada tiene que ver con que yo le haya dado antes… Reclamar amor porque se ha amado, exigir atención en justa correspondencia, pedir besos, abrazos, cariño, palabras o simplemente un pensamiento creyendo que se tiene derecho a ello es… es tan tonto como no darse cuenta de que el egoísmo ajeno es exactamente igual al propio. Como cuando estamos enfermos y nos molesta la música alta del vecino y no nos acordamos de la fiesta que hicimos hace poco… Todas las personas somos egoístas; incluso los que no lo son.
Lo que pasa es que ahora se ha puesto de moda una tendencia interesada para inducirnos a consumir diversas cosas que propugna reservar el espacio propio para darnos satisfacción. Que no digo yo que no tenga gracia el asunto precisamente en una sociedad donde se nos ha adiestrado –sobre todo a las mujeres- a “darlo todo” por la familia sin esperar nada a cambio, falacia donde las haya.
¿Qué madre o padre no espera legítimamente el reconocimiento de un hijo cuando se le ha dado todo lo que demandaba? No digo que con alharacas, sino de la manera sencilla en que se agradecen las cosas desde el corazón; cada uno conoce las suyas…si es que las tiene.
Mi hija pequeña me hacía reir al respecto indicándome que “las madres estamos para dar amor sin fin a los hijos”. Como ella lo decía en tono mitad jocoso, mitad serio, le pregunté que para qué estaban los hijos a lo que me contestó rápida como el rayo que “para aprovecharnos de las madres”. Y así quedó la cosa, entre risas, pero con el runrún por dentro, pero dejando bien claro que las madres “no tenemos derecho a ser egoístas y los hijos, sí”. Pues vale. Eso es como aceptar cucaracha como animal de compañía…
Veo mi egoismo cada vez que se manifiesta, ni soy ciega ni soy tonta. Y por ende lo reconozco cuando lo veo en otra persona, es como sumar dos más dos. Quizás lo único importante es que haya un cierto equilibrio en ese quid pro quo, que no nos pasemos de la raya con la cara dura ni permitamos a nadie que haga lo mismo. No parece que sea tan difícil, así que… ¿por qué tanto reproche y disconformidad con el tema?
Habrá que seguir reflexionando porque lo que es darle una patada a lo que tenemos incorporado a nuestra manera de ser… va a ser harto difícil.
Felices los felices.
LaAlquimista
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