*** Amanda Arrou-tea “Mermaid XXII” Saatchi Art
Me he dado cuenta de que ya no aguanto algunas cosas que he estado aguantando casi toda mi vida. Necesito aire. Así que he hecho una lista para ponerla en la puerta del frigo, no vaya a ser que con los despistes de la edad se me vaya a olvidar lo que quiero tener bien presente a partir de ahora.
A SABER:
. Las malas contestaciones de las personas que “ya se sabe” que tienen mal genio. Aquí creo que hay que plantarse y decirlo claramente: -“Mira, cada vez que me sueltas una de las tuyas me quedo hecha polvo, así que he decidido que no lo aguanto más. Tú verás lo que haces.” Y, de momento, mutis por el foro; la pelota está en el tejado del otro y que haga lo que considere más oportuno, pero si no dice nada ni se disculpa, está más que claro: AIRE.
. Que me llamen la atención y me estén corrigiendo continuamente. Esta actitud suele ser típica de personas que, curiosamente, NO PERMITEN que a ellas se les haga la más mínima crítica o corrección. Aquí creo que hay poco bacalao que cortar, porque dialogar, lo que se dice dialogar, no suele ser fácil; casi siempre acaba el tema como el rosario de la aurora… Que si yo, que si tú, que si esto, que si lo otro y lo de más allá. Ya somos mayorcitos para saber cada uno lo que tiene que hacer y quien tiene complejo de “corregidor” suele ser porque gusta rodearse de personas que se lo permiten para así sentir una cierta “superioridad”. Entrar en el fondo de la psicología de la persona que así actúa es imposible y además sirve de muy poco comprender estas actitudes. Así que, de nuevo: AIRE.
. Las faltas de respeto, vengan de donde vengan. Las he aguantado por arrobas, las faltas de respeto y, tengo que ser honesta y confesar que ocurrían porque yo no me respetaba lo suficiente a mí misma. En el entorno familiar (en todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas), en el ámbito laboral (entorno competitivo de mujeres vs hombres) y en el terreno de la amistad (que ahí me pillaron por exceso de confianza). Un buen día dije: -“Hasta aquí hemos llegado” y si bien no es posible detener o convencer al irrespetuoso porque, obviamente, esa persona no encuentra error en su actuación, lo que sí se puede hacer es poner de por medio –una vez más-: AIRE.
Y es que “aguantar” sabemos todos porque nos lo metieron en vena desde pequeños; aguantábamos abusos en casa (sin saber que lo eran) por aquello de “cuando seas padre comerás huevos”, sin olvidar la impunidad concedida a las actitudes maternas negativas que tantos traumas ocasionaron por exceso de zapatillazos o déficit de besos y cariños. En el colegio tuvimos que aguantar carros y carretas por parte de enseñantes y enseñandos, el signo de una época a la que pocas personas pudieron sustraerse, que consistía en hacer burla y escarnio de cualquier diferencia del individuo con el grupo. (Ahí entrábamos los gorditos y los flacos, los de gafas y aparatos varios, los de piel morena o piel demasiado blanca; no se salvó ni dios.)
¿Qué contar de lo que se aguanta en el entorno laboral? Por el sueldo a fin de mes, por pagar la hipoteca y dar de comer a la familia, porque nos tienen cogidos por el cuello…por miedo o necesidad, por no destacar de los compañeros aborregados; hay tantas razones como individuos aguantando.
Aguantamos en la pareja, en el matrimonio, a la novia y al novio, desmanes pequeñitos o desmesurados por el miedo a quedarnos solos, desclasados o ser mal vistos. Se aguanta la tiranía de los hijos –a los que hay que educar- que aprenden a decir NO y a echar pulsos a los padres exhaustos después de la jornada de trabajo. Aguantamos a familiares senectos que escudan su mal humor detrás del DNI y a otros más jóvenes que se creen que la familia es un campo de nabos.
Cada uno sabe lo que ha aguantado, lo que aguanta y lo que está dispuesto a seguir aguantando.
Pero servidora se ha plantado ya y si alguien me ha aguantado en el pasado soy consciente de que un buen día dijo: “AIRE” y se fue cerrando la puerta por fuera. Es lo equitativo y saludable. Y de ahí aprendí yo también…
Felices los felices.
LaAlquimista
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