¡Qué bueno es estar solo cuando a uno le apetece y qué placer cuando compartimos con los demás de buen grado los dos polos del universo emocional entre los que oscila la vida…! Creo sinceramente que no hay nada mejor que encontrarse a gusto dentro del propio pellejo en cualquiera de estas situaciones.

Pero ese equilibrio feliz casi siempre suele estar en precario hasta que uno se toma la molestia –molestia enorme, ardua y trabajosa- de saber cuál es “el sitio” que le corresponde. Porque asaz molesto es quedarse solo cuando lo que se desea es estar con otros y mejor ni hablamos de esa “soledad en compañía” que tantas veces asalta al individuo justo cuando más rodeado de gente está.

¿Cuál es el truco para no patinar en el difícil tema de las relaciones personales? ¿Cómo saber realmente si nos aceptan los demás cuando tantísimas veces somos nosotros mismos los que nos sentimos incómodos con la presencia ajena? ¿Me creo que estas personas son mis amigos de verdad o es un paripé?

Más de una y de dos veces me he pegado un buen batacazo creyendo que alguien valoraba mi compañía para descubrir –casi siempre de forma traicionera- que me llamaban “por compromiso”. En lo amistoso y en lo familiar, que aquí en todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas. Así que bien harta de no poder distinguir claramente las intenciones del personal, decidí que ya tan sólo iría adonde me quisieran.

Ángela vive en Madrid y nos conocemos desde hace muchos años gracias a comunes intereses de crecimiento personal y ganas de aprendizaje emocional compartido. A veces ha venido a Donosti y yo también he recalado en su casa estando de paso por la capital del reino, pero nos vemos una vez al año más o menos aunque mantenemos el trato con largas e interesantes llamadas de voz (sí, por teléfono, qué cosas).

Ángela me ha invitado a pasar una semana en Madrid, en su casa, compartiendo lo que tiene con generosidad exenta de cualquier interés que no sea el de disfrutar de nuestra mutua y amistosa compañía.

Es mi regalito de verano. Y se lo digo antes de desplazarme, se lo expreso antes de saber los planes estupendos que ha preparado para las dos, porque para mí tiene muchísimo valor que alguien me quiera y solicite mi compañía sin que exista ningún interés espurio de por medio.

-“Pero bueno –me apostillaba alguien que no sé si entiende la situación- ¿a qué vas a ir a Madrid en pleno mes de Agosto con el calor que hace?”. Pues a qué voy a ir, alma de cántaro, a ver a mi amiga Ángela, en Madrid o en Alcantarilla de Abajo, que parece que valga más el decorado de la tarta que el amor con el que se ha hecho el bizcocho que lleva dentro.

Porque no siempre van a ser los mejores planes los que ideamos por el propio interés, liando a quien ande cerca –amigos o familiares- para que nos “acompañen” en unas vacaciones que por encima de todo tienen como fin el  disfrute personal.

Esta vez voy donde me quieren, a compartir y no en busca de aventuras ni fotos exóticas. Y para que haya un buen equilibrio me tomo la semana de vacaciones, dejo en casa el pc (nuevo) y aparco mi vida virtual/paralela para dedicarme únicamente a algo tan diferente y hermoso como disfrutar compartiendo la parte real de la amistad.

Mi perrillo y mis plantas quedan en buenas manos así que me voy el viernes y volveré al blog el día 27 con muchas cosas que contar y el ánimo por las nubes; de eso estoy segura. Mientras tanto…

***Foto dedicada a Franmaria. No es de lo mejor porque estoy trabajando y es lo que es, pero la intención cuenta. (Demasiado maquillaje por los focos, es inevitable)

¡Felices los felices!

LaAlquimista

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