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Cecilia Casado

A partir de los 50

Berlín, final de verano

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La primera vez que vine a Berlin, nevaba. La segunda, llovía y, por fin tengo a los hados de mi parte y un sol radiante me despierta en mi primera jornada berlinesa. Además es mi cumpleaños.

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Ya hace tiempo que decidí tomar conciencia de que lo que es verdaderamente importante para mí, aquellas cosas que han logrado escalar un lugar prioritario en mi vida, deben mantenerse ahí, incólumes en su valor y el deseo que comportan. Así pues, el día comienza lleno de la pequeña gloria que nos acompañó cuando éramos niños y llevábamos caramelos al colegio para, de esa dulce manera, pregonar a nuestros compañeros de pupitre que agradeceríamos el pequeño homenaje de prestarnos una singular atención durante unas horas, ese día.

Hemos ido creciendo -a lo largo, a lo ancho y quizás en lo profundo- pero todavía guardamos en algún rinconcito libre de telarañas el recuerdo, el deseo de vivir este día como “algo especial”.

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De mis tiempos soñadores guardo el deseo de visitar el palacio de Sans Souci, -nombre francés que significa “sin preocupaciones”- el del gran Federico, rey de Prusia, imitación o quizás germano remedo del de Versalles. La vecina ciudad de Potsdam, nos recibe con el esplendor dorado del verano tardío y es un placer recorrer sus calles hasta los jardines del entorno palaciego.

Es tan hermoso el palacio y rococó la decoración de sus aposentos que salta a la vista una especial sensibilidad artística del rey Federico. La respuesta está en su reprimida homosexualidad impensable en una época –quizás todavía como la nuestra- donde las razones de estado prevalecían sobre el estado de los sentimientos.  https://www.abc.es/historia/abci-terrible-infancia-federico-grande-principe-humillado-asalto-europa-201702060108_noticia.html

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(Anécdotas prescindibles):

(1) Contenta por ser ya una senior(a) voy preparando el DNI para justificar el descuento al que a partir de hoy, voy a ser eventualmente acreedora en monumentos y museos. Muy amablemente empujan en la taquilla mi gozo al pozo informándome de que tan sólo estudiantes y desempleados tienen derecho a un precio especial. Parece ser que es una “mala costumbre española” la de preferenciar a jubilados mayores de 65 años, así que con mi macarrónico alemán digo que “Ja, ja” y bajo la cabeza mientras abono los 12€ de rigor. No pasa nada…es que me hacía ilusión…

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(2) Al terminar la visita auto-guiada de menos de una hora pregunto por los baños, haciendo honor al prejuicio de que a partir de cierta edad se es asiduo de dichos aposentos -aunque el motivo sea la ingesta de muchísima agua para atemperar el calor reinante. Con la misma amabilidad con que me dijeron que no había descuento especial, me soltaron a bocajarro que no había servicios para el público visitante en el palacio, pero sí unos aseos ubicados en el parque circundante, aunque “de pago”. Con la alegría que nos caracteriza a quienes andan eventualmente acuciados por temas de riñón o vejiga, nos fuimos en procesión multicolor el grupo de visitantes.

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(3) Al estar bien lejos del centro de Potsdam el conjunto palaciego decidimos reponer fuerzas en un merendero al aire libre con las únicas viandas disponibles (salchichas de dos tipos y patatas de dos tipos) servidas en plato de plástico con cubiertos de plástico. Supuse que a este lugar idílico no habían llegado todavía las normas europeas sobre la economía generalizada por decreto-ley de material plástico.

 

 

Una jornada especial, cariñosa, acalorada y con mucho calor de todo tipo para terminarla con una cena de cumpleaños en un acogedor restaurante; cena temprana porque en Alemania estamos y hay que acogerse a los horarios especiales que impone la gastronomía local. Afortunadamente en casa “la barra” es libre y no cierra hasta que decidamos  los “clientes”.

berlin-sans-souci-amanda-et-moiDuermo tranquila y felizmente acogida en este entorno familiar y protector. Son sensaciones que tenía casi olvidadas porque cuando los pajarillos vuelan del nido suele establecerse que éste vuelva a abrir sus puertas para acogerlos en visitas esporádicas, pero de repente se cuela un aire fresco por la ventana y mi hija me dice que “me quiere mimar” y yo no sé si echarme a llorar o a saltar de la alegría.

Las relaciones madre/hija han sido siempre especialmente “conflictivas” y se han gastado torrentes de tinta de todos los colores para estudiarlas o escudriñarlas. Mi relación de amor con mis hijas ha estado marcada –inexorablemente- por la primigenia relación de mi madre conmigo.

Y cuento esto porque precisamente tres días antes de mi partida hacia Berlin mi madre sufrió un percance que le llevó a estar ingresada durante varios días en un hospital temiendo los médicos que la cuestión fuera irreversible. Ya le dije: “Mamá, por favor, no me regales por mi cumpleaños un funeral”. Y se reía y me decía que… “no dependía de ella”…obviamente.

 Así que he podido disfrutar de Berlín y de mi hija y yerno con toda tranquilidad y fijarme en las pequeñas cosas cotidianas que suscitan mis reflexiones “en zapatillas”.

Felices los felices.

LaAlquimista

Fotos: Cecilia Casado

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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