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Cecilia Casado

A partir de los 50

Aceptar lo que es

meditacion

En pleno Festival de Cine anduve por ahí celebrando mi cumpleaños con un amigo; nos gusta pasear por la ciudad, picar algo aquí y allá, acercarnos a ver el mar o pasear por un parque sin rumbo fijo. Nos dedicamos unas horas de charla, que casi siempre comienzan por “dar el parte”, continúan con sesudas reflexiones a la hora del café y acaban…según soplen los vientos.

En la parte del café estábamos cuando, de un manotazo, tiré sobre mi vestido blanco la taza de capuccino; es lo que tiene el no poder evitar gesticular cuando se habla. El caso es que el desastre era total tirando a terrible porque el estropicio empezó a la altura del pecho y se extendió hasta el vientre configurando una “mancha de Rorsachs” de clarísima interpretación.

Mi amigo, muy empático él con las cosas femeninas, enseguida me indicó la solución: “te tendrás que ir a casa”, mientras yo extendía todavía más el estropicio a base de querer empapar el líquido con servilletas de papel.

En la mesa de al lado, dos parejas talluditas, miraban de reojo pero se reían como el perro pulgoso de los dibujos animados así que solté yo misma la carcajada ante la situación absurda que se me presentaba… ¿qué hago? ¡Si se me había mojado hasta la ropa interior! (Yo, como Corín Tellado jamás pondré por escrito la horrenda palabra que empieza por b…y acaba por s.)

Dios mío, pensé, ¡si todas las desgracias fueran así!, qué a gusto me reiría de la vida, de los problemas, de cuanta situación comprometida o dolorosa llamara a mi puerta, si todo fuera tan sencillo como ir por la calle con un primoroso vestido blanco adornado por un lamparón de medio metro cuadrado…

Y es lo que hice: reírme. Quitarle hierro. Tomármelo a cachondeo, reírme de mí misma y de mis manos como zarpas que todo lo tiran y salir a la calle, del brazo de mi amigo que no sabía hacia dónde mirar e ir sonriendo a la gente que me miraba sin ningún disimulo –igual se preguntarían si yo me había dado cuenta de las pintas que tenía.

Yo quería seguir la fiesta, no ceder ante tan pequeño incidente, pero no fue posible. Andar por la calle un domingo por la tarde en Donostia de tal guisa y sin que TODO EL MUNDO te mire y te remire pues como que podría acabar siendo un agobio existencial.

Tampoco tenía mucho sentido acercarse al Festival de Cine porque ya se sabe que los paparazzi aprovechan cualquier oportunidad para fotografiar todo aquello que puede provocar admiración….o escarnio.

A casa, pues, en el autobús, con el bolso –menos mal que los uso de los grandes- tapándome la delantera como si tuviera miedo de que me lo robaran. En el ascensor, ya en terreno amigo, una vecina me miró de arriba abajo y soltó con voz escandalizada: “¡Pero, mujer, cómo vas, corre, corre a cambiarte!”. Y eso hice. Cambiarme. Ducharme para alejar el tufazo a café con leche. Y quedarme luego en casa mirando a la tarde llena de sol, de luz, de vida.

Dos cosas para reflexionar: La primera, que creo que reaccioné bien al no enfadarme y conseguir reírme de mí misma y aceptar lo que ES y no lo que me hubiera gustado que fuera, a pesar de que me fastidió muchísimo que se me acabara la fiesta y ahí también tuve que aceptar lo que ES, la impermanencia de las cosas, la finitud de una sonrisa, la “fiestus interruptus” que me tocó padecer …y aceptar.

En segundo lugar, darme cuenta del patetismo de la situación. Domingo de celebración de mi cumpleaños, partido en dos y regresando a casa varias horas antes de lo deseado. Tenía que SER así. Mi amigo se fue él también a su casa. No sé si por falta de empatía o porque le daba vergüenza caminar por la calle con una mujer con el vestido manchado. Me abandonó, me dejó sola con mi “desgracia”, pero no se lo tomé en cuenta porque me ayudó a reflexionar sobre las “espantás” de los hombres cuando ocurre cualquier incidente que les despeina el bigote.

cecilia-despues-de-tirarse-el-cafeEn realidad, me doy cuenta de que aceptando estas pequeñas cosas tal y como son, acabaré preparada para aceptar como ES… la vida entera.

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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