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Cecilia Casado

A partir de los 50

Maldita memoria

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Siempre he defendido la inmensa suerte que me acompaña por tener una memoria selectiva, de esas que mandan al rincón del olvido lo que fue dañino en su día, pero que recuerdan las caras, los actos, las coordenadas imprescindibles para caminar con confianza y no volver a pisar los pasos que nos pusieron en peligro. Un privilegio, vaya.

Pero la memoria vive en su propio reino infranqueable, custodiada por guardianes que duermen durante el día y entrechocan sus espadas creando barullo infernal en las horas nocturnas que conforman el mundo onírico. Un mundo poblado de recuerdos reales mezclados con mil hipótesis (casi todas negativas) inimaginables en tiempo de vigilia.

No me gusta soñar dormida y despertarme con la película rebobinándoseme en la cabeza hasta que me ducho y el agua arrastra la inquietud que se me ha quedado pegada a la piel. No me gusta, no. Porque por cada sueño “agradable” que me visita, son muchos más los inquietantes, poblados de imágenes que una vez fueron y ya no deberían nunca más volver a ser.

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¿Cómo es posible que me acuerde con todos los detalles habidos y por haber de sucesos que acaecieron hace más de treinta años? Que me visite en un sueño-pesadilla aquella compañera de trabajo (que fue luego mi jefa) que me humilló con inconsciencia durante años produciéndome angustias sin cuento; y ver mi mesa de trabajo, mis cajones, el teléfono viejo y aquel edificio que era un cuchitril helador en invierno y asfixiante en verano. ¿Qué sentido tiene la angustia de soñar con personas que abandonaron mi vida hace lustros y que reaparecen en cualquier madrugada a clavarme cuchillos?

Maldita memoria que todo lo guarda. De ahí podrían tomar ejemplo los genios de la tecnología de hoy en día que no son capaces de recuperar los datos de un ordenador portátil porque le ha caído un poco de agua en el teclado. En mi cerebro hay una máquina que no olvida, inmune a la obsolescencia programada de la edad teórica que me define como “persona adulta mayor”.

Sin embargo, debería sentirme agradecida. No tanto por que vengan a visitarme mis fantasmas (y cuántos hay, maldita la gracia) en ese último sueño antes de despertarme, sino porque puede que sea esta angustia el escudo que me proteja de ese olvido total y absoluto que padecen tantísimas personas: el Alzheimer.

¿De qué me sirve ahora recordar el número de teléfono de la antigua casa familiar? Y las matrículas de todos mis coches, desde el primero que tuve en el año 1974. Los nombres y apellidos de mis amigos del colegio, de la universidad, de los colegas de mis treinta y seis años laborales; soy como una guía telefónica actualizada ad infinitum y ad nauseam.

Sin embargo, hay días en los que me cuesta recordar qué comí la víspera. O cuando me levanto del sofá de la sala y voy a la cocina y para cuando llego ya no me acuerdo para qué he ido allí. Y el título de las películas o de las canciones que se quedan “en la punta de la lengua”…. Todo es tan incomprensible…

Maldita memoria que vuelve en forma de pesadillas a recordarme en 3D y dolby estéreo lo que quiero olvidar. Viejas penas y tristezas, los agravios que nunca debieron ser, el tiempo en el que me levantaban la voz y la mano porque yo no era capaz de levantar la cabeza… ¡Ya no quiero recordarlo más, quiero que se borre para siempre, que vaya a la carpeta de “archivos eliminados” y me deje en paz!

Misterios de la mente humana y de la selección de recuerdos. No me extraña que media humanidad se drogue con receta médica para “olvidar” durante el día  y poder dormir sin sobresaltos durante la noche.

Escribo este post, obviamente, porque hoy he tenido una noche “toledana”. De las de olvidar para los restos.

Felices los felices, a pesar de todo.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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