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Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Mejor sola que acompañada?

dudas

*El matrimonio es como un castillo asediado: los que están fuera quieren entrar y los que están dentro quieren salir. (Sabiduría popular)

Según se me han ido viniendo los lustros encima he aprendido a ser tolerante con la contradicción humana, sobre todo con la propia. No me queda más remedio que bajar la cabeza y reconocer que sí, que me doy una de cal y otra de arena según voy sintiendo: lunes, miércoles y viernes soy la reina del “desapego” emocional; pero martes, jueves y sábados (y qué decir de los domingos) me transformo en un ser dependiente de los demás, como un bebé buscando el calor materno.

No sé qué me pasa. O sí lo sé y es que me da rabia aceptarlo, pero ésa soy yo, la adulta mayor que siente que no necesita a nadie que la complemente porque ya es una y entera y cuando cambia el viento, una personita que anhela un huequecito cálido y amoroso donde guarecerse del mundo.

¿Cómo es posible tamaño desatino en una persona (supuestamente) equilibrada? ¿En cuál de las dos posiciones estoy haciendo trampa?

Parto de la base de que soy introspectiva, reflexiva y no dejo hilos sueltos en mi entramado vital. Me he quitado las máscaras tramposas de mirarme en el espejo y creer ver lo que no es; eso ya no funcionaba. ¿Entonces?

¿No será que mi pelea interna viene de los mensajes sociales que estoy recibiendo continuamente?

Tengo amistades que llevan emparejadas tropecientos años y TODAS –bueno, casi todas- son una pura erupción de quejas. Que si la rutina, que si la falta de ilusión, que si los nidos vacíos y las hormonas perdidas. No sé, son tan patéticas sus quejas que no puedo por menos que revolverme y decirles que a ver qué pasa, que no es tan difícil, que en cualquier google maps viene la dirección del juzgado para pedir el divorcio sin tener que dar explicaciones detalladas con el código penal en la mano. Me envidian, dicen que me envidian por ser LIBRE y poder “hacer lo que me da la gana sin dar cuentas a nadie”. Menuda forma de definir la soltería, vaya manera de quitarle valor a la no-dependencia, al trabajo de Hércules de bregar con ciertas soledades y con no menos ciertos bajones emocionales.

Y cuando así me hablan, me vengo arriba y sonrío más todavía sintiéndome la heroína de una pequeña historia, satisfecha de mí misma, de mis logros, de mis desapegos, del aprendizaje de no querer poseer ni dominar ni controlar a una pareja…como veo que hacen tantas personas alrededor.

Luego me llega el bajón, como si me hubiera metido un chute hasta el cielo y la caída se avecina durísima y sin colchón que la amortigüe. Entonces me da el cuarto de hora tonto (más bien tontísimo) y escucho los cantos de sirena que me describen –y me recuerdan- lo bien que se está entre los brazos amorosos de alguien con quien compartir la cama, me tengo que volver a imaginar el gusto de la charla en el sofá después de la cena, el termómetro y el caldo calentito cuando llegan los escalofríos del invierno, la compañía para convertir los paseos solitarios en algo “mejor”, esa presión que infligen quienes sienten que no pueden vivir solos, que la única vida agradable y posible es la vida en pareja…a pesar de todos los pesares.

Y vuelvo a dudar, no sé si me gusta más dormir sola disfrutando de mi maravillosa cama o compartirla con quien no me deja dormir por culpa de sus ronquidos o movimientos continuos durante la noche. Vuelvo a dudar y me planteo si es mejor cocinar para una sola persona, desayunar, comer y cenar siempre sola sin más compañía que el silencio agradable, mirando por el ventanal desde el que se ve el mar o hacer de cocinera/camarera para quien me salpimente el condumio con una cháchara insoportable.

En esas estoy, peleándome conmigo misma sin poder dilucidar si soy más feliz estando sola día y noche o si podría llegar todavía un poco más arriba compartiendo con alguien las incomodidades de la vida, -suponiendo que encontrara algún candidato dispuesto a ello.  Es un rollo, de verdad, cuando ya casi había conseguido no tener que dar explicaciones a nadie de por qué vivo como vivo que me hagan dudar de mí misma…

Felices los felices.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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