Ahora que ya soy mayor y no hay quien se moleste en prevenirme dónde están las piedras con las que puedo tropezarme, resulta que han tomado el relevo de las reconvenciones de familia y maestros los medios de información y comunicación del estado.
Como si de tutores o protectores se tratara me avisan, me previenen, de cuándo debo coger el coche para no verme envuelta en el fárrago de los embotellamientos de cualquier operación “salida/retorno”. También me conminan a quitar los tiestos de flores de las ventanas porque vendrán vientos huracanados, me aconsejan no pasar por debajo de árboles, andamios, grúas o cornisas; o a no utilizar el auto excepto que sea “absolutamente necesario”.
Día sí y día también tengo que leer informaciones en las que me indican qué alimentos me van a producir cáncer o diabetes, amén de los consejos interesados para incitar al consumo de alimentos que son buenos o mejores que los demás…aunque sean el doble de caros.
No hablo de la publicidad, a la que habría que echar de comer aparte. Hablo de que los mensajes que nos hemos acostumbrado a aceptar como “positivos” están amasados con una harina muy poco alimenticia para el espíritu humano: el miedo.
Si vivimos con miedo no seremos por ello más prudentes, seremos más esclavos. Si damos cabida en nuestra mente a los hipotéticos demonios que nos atacarán si hacemos tal o cual cosa considerada como “arriesgada”, estaremos depositando en manos ajenas las riendas de nuestra vida.
Miedo a envejecer y quedarnos sin quien nos acompañe al hospital: un buen seguro lo soluciona todo. Miedo a morir y que nos entierren en tierra ajena y con ataúd de contrachapado. Miedo a que nos roben los ladrones de dinero o de sentimientos, así que nos venden blindajes varios y protecciones diversas.
Miedo a hablar y decir lo que uno piensa, porque significarse en este mundo de alienados significa que nos pongan alguna cruz en el libro donde los que quieren controlarlo todo apuntan los nombres de los que se sienten libres de pensamiento, de palabra y, si les dejan, de acción.
Miedo a que nos señalen con el dedo por llevar la contraria al que tiene la lengua y la mano más larga que nosotros. Miedo a quedarse solos si se les para los pies a los “amigos” abusones, si se les calla la boca a los que mienten, si se les lleva la contraria a los que dicen tonterías a grito pelado.
Vivimos en la sociedad del miedo a la vez que nos golpeamos el pecho como gorilas.
Supongo que en la soledad de nuestras cuatro paredes nos damos cuenta de cuánta miseria somos capaces de soportar y provocar a partes iguales únicamente por el MIEDO a perder algo que consideramos vital. Aunque no lo sea. Pero eso no se sabe hasta que te lo quitan y luego uno se da cuenta de que se podía vivir sin ello perfectamente…
Me gustaría proponer el “Día Internacional del Miedo” para que todos pudiéramos airear el nuestro, exorcizarlo y cantar y bailar por encima de su cadáver.
Mi abuela Julia decía que con los años se va teniendo miedo de todo porque uno se va quedando sin fuerzas. Puede ser. Pero a mí no me pilla…de momento.
LaAlquimista
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