Con este título pocos serán los que no sepan que estoy hablando del programa estrella de las noches televisivas: First Dates. En realidad este post es una reflexión tanto para quienes lo siguen como para quienes lo desconocen (que no serán pocos, imagino).
El caso es que me metí en la página dela promotora televisiva para echar un vistazo y enseguida me di cuenta de que los filtros de la preselección son draconianos; por las preguntas que plantean está claro que buscan perfiles “peculiares”… o ridiculizables.
Se comienza rellenando un cuestionario on line para solicitar la participación en un programa en el que, teóricamente, se va a buscar el amor aunque haya quien lo use para promocionar sus aptitudes o su frikismo exacerbado.
Para empezar, si eres “normal”, lo tienes crudo. Definamos “normal”: que no destacas por nada especial, ni guapo ni feo, ni tonto ni listo, ni elegante ni ordinario; vamos, del montón. Pues eso, que si eres “del montón”, no te van a enviar un email con más preguntas para que participes ni aunque lo esperes cien años. ¿Por qué?
Viendo el programa en cuestión la respuesta cae por su peso. Viendo a quienes se presentan voluntariamente a buscar sus quince minutos de gloria televisiva (y si de paso pillan cacho o encuentran a su media naranja, mejor que mejor) no me cabe la menor duda de que ellos, los participantes, conforman “la normalidad” de la ciudadanía de este país.
Bien es cierto que un par de golondrinas no hacen verano, pero algo habrá que pararse a reflexionar sobre los variopintos tipos o arquetipos humanos, tanto femeninos como masculinos, que se muestran ante el espectador.
Hay quien me ha dicho que ve el programa para reírse; otros, porque no dan crédito. Y los más sinceros, porque les da un morbo que no veas ver cómo la gente se presta a hacer el ridículo ante medio país y sin que le paguen ni un duro.
Yo me apuntaría, pero para qué. Quizás por la experiencia de ver el entramado desde dentro, pero qué pereza. Además tendría que definir a mi hombre “prototipo” para rellenar el cuestionario y no sé cómo podría indicar que no sé si un hombre me gusta hasta que lo tengo delante y le escucho hablar durante cinco minutos. Entonces es cuando empiezo a fijarme en otras cosas. Aunque parece que hay lugares comunes: las mujeres piden un hombre que “les haga reir, vaya al gimnasio y sea fiel y cariñoso” y los hombres una mujer que “esté de buen ver, sea independiente, se cuide y no sea celosa”. Los homosexuales, piden exactamente lo mismo, ahí sí que somos todos iguales.
Se reduce y se resume y así se puede ver a señores de sesenta años con señoras de sesenta años que parece que los han buscado con mala uva para que salten las chispas. El otro día un hombre de 65 de entorno rural decía –más bien molesto- que le parecía “mayor” la pareja que le presentaron, una mujer de 64 años que daba gloria verla, educada, elegante… ¡con estudios! Y él venga a darle vueltas a la edad, que le gustaban más jóvenes y de ahí no se apeaba el tipo.
O como aquel otro, también en la larga cincuentena, hermosote y bien alimentado de barriga, que le puso todas las pegas del mundo a una mujer de su estilo, regordeta y pechugona. Pues no señor, que a él las “gordas le gustaban sólo de lejos”. Digo yo que la señora en cuestión le pondría a parir fuera de cámara porque se lo merecía el tipo por faltón.
También vi a unos chavales (de veintitantos) diciendo que el poliamor es lo que se lleva, que la bisexualidad está pasada de moda, que hay que probarlo todo antes de que sea demasiado tarde; los metieron en un reservado para que se comieran la boca en primer plano. Casi me parto, oyes.
Yo de verdad que me apuntaría, para que toda España se riera de mí pero publicitaran mi blog y ganarme una pasta gansa o me ofrecieran participar en algún programa como tertuliana (ops, que ya estuve y acabó aquello como el rosario de la aurora). O como experimento sociológico que eso me mola mucho más. Y si ya de paso conozco a algún hombre que no me pregunta en la primera cita si en la cama soy activa o pasiva, pues como que qué bien.
Lo dicho. Que si estoy con el ánimo bajo me pongo el programita ese un rato y mucho mejor que un bromazepan o como se llame eso que te recetan para levantar la moral. De tomar chocolate negro antes de acostarme, paso. (O como dice una amiga mía: “tú cómete el chocolate…”)
Felices los felices.
LaAlquimista
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